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CICLISMO

La nodriza y el rey

lnduráin y Chiappucci dialogan sobre sus duelos en Tour y Giro

El diablo, Claudio Chiappucci, se siente la nodriza de la máscara, Miguel Induráin. No es que el ciclista italiano no se haya llevado sus gramos de gloria, pero tres de sus triunfos más importantes en el Tour y en el Giro sólo sirvieron de carburante para que el español acelerara hacia lo más grande. Coincidieron en dos podios del Tour y en otros tantos del Giro, pero Induráin siempre algún escalón por encima. A eso de las 8.30, medio dormidos todavía, los dos se juntaron para desayunar en el hotel mallorquín en que coincidieron concentrados la semana pasada y exprimieron su memoria común.Induráin. Hombre, no sólo coincidimos en esas tres etapas, también en muchas más carreras, pero de esas tres guardo grandes recuerdos: no gané ninguna pero en las tres me puse líder para no dejarlo. Además fueron etapas bonitas, duras y disputadas, todas de alta montaña.

La de Val Louron fue quizás la más importante, por lo que significó y por la confianza que me dio de que a partir de entonces podrían salir las cosas bien. Bugno no apareció en ningún momento. íbamos juntos en un grupo, subimos el Tourmalet y a partir de ahí ataqué hacia abajo y luego me dijeron que venía Claudio y cuando me cogió nos pusimos a dar relevos, hablamos y decidimos que había que intentar lanzar la carrera. Luego los directores hablaron entre ellos y con nosotros, y nos pusimos de acuerdo: uno ganaba la etapa y el otro se ponía de líder.

Chiappucci. A mí me pasó un poco lo mismo que a Miguel. Lo de Val Louron fue como una confirmación después del Tour del 90 [entonces Chiappucci cogió una escapada tonta al principio de la carrera e hizo sudar tinta a Greg LeMond para destronarlo al final], me di cuenta de que valía para las grandes vueltas. Y también me di cuenta de que Induráin iba a ser mucho Induráin: antes que él yo intenté escaparme, pero no pude. Luego se fue él y cobró mucha ventaja. Entonces sí que me fui yo y le pude coger y a en el terreno ondulado; no conocía la subida de Val Louron pero iba con Miguel y estaba seguro de que llegaríamos solos: era una garantía.

Pero yo me acuerdo sobre todo del día de Sestrières [el italiano se marchó solo desde el principio y se mantuvo primero después de más de 200 kilómetros y varios puertos de montaña]. Aquél día yo quería sobre todo coger la maglia de líder. Trabajé muchísimo a pesar de que el día siguiente se subía el Alpe d'Huez. No conseguí mi objetivo pero me llevé una gran satisfacción. Y luego Corvara. Eso fue otra confirmación:, aunque en Italia se corre de una forma muy diferente a Francia, el Giro no es el Tour, allí acabé convencido de mi sino de nodriza: lo mío era ganar etapas y lo de Miguel ganar las carreras. Pero hasta entonces pensaba que se podían cambiar las tomas.

Induráin. Claro que Sestrières tiene más recuerdos para él. Claudio se fue solo y yo iba a mantener, con el trabajo del equipo y todo eso. De todas maneras ha sido la etapa más dura que he hecho en mi vida. Y llegaba bien, pero por el hecho de querer ganar la etapa porque Chiappucci iba ahí y pensaba que iba a ceder, y yo no conocía el puerto y arranqué muy deprisa, desde abajo porque pensé que no era muy dura. Bueno, pues después de 260 kilómetros muy duros me quedé sin fuerzas.

Chiappucci. Es la importancia de conocer el puerto. Yo no conocía Val Louron y él no conocía Sestrières. Ojalá hubiera sido más larga todavía.

Induráin. Entonces yo estaría todavía llegando.

Uno se hace de forma necesaria, un poco porque tiene que aprovechar sus cualidades y porque la carrera te obliga a ser de una forma. Si uno no va líder, tiene que atacar y atacar en este terreno, no va a hacerlo en etapas llanas. Y Chiappucci lo hace bien, e intenta infiltrarse siempre, en todas las escapadas en todo tipo de terreno, media montaña, llano, montaña. Y es normal, seguro que cuando esté líder no se comporta de esa forma, hará trabajar más al equipo. Y eso se lo crea a uno su carácter y su forma de correr. Y Claudio siempre ha sido fiel a su estilo batallador. Es un montañero de los que ya no quedan. Ahora se lleva más un tipo más completo. Es, además, más preocupante: nunca puedo estar tranquilo, en cualquier momento la puede liar. Con otros que sé que sólo van a atacarme en etapas duras de montaña voy más tranquilo.

El gato y el ratón

Chiappucci. Para mí Miguel es como un muro que nunca puedo superar. Es imposible. Me siento con él como un gato detrás de un ratón: siempre se me escapa. Los dos hemos evolucionado con el paso de los años y yo siempre me digo a principios de temporada que ese año lo lograré todo, siempre tengo fe en mí, pero siempre aparece alguna contrarreloj entre medias que lo echa todo a perder.

Y es que lucho contra Induráin. El objetivo de todo corredor es encontrar un momento de debilidad en el rival, una fractura en su máscara, pero con Miguel ha sido imposible. He podido derrotarle en pequeñas historias, en algún triunfo de etapa, pero nunca en lo importante, en las grandes vueltas.

Induráin. Yo lo que tengo es la seguridad en las carreras. Me siento seguro Cuando todo va bien y sé lo que estoy haciendo. Y también conozco a los rivales, sé dónde flaquean y dónde pueden atacarme, dónde van bien o mal y dónde atacarlos. Y cuando tengo confianza en que me van bien las cosas y todo me va bien sé que nadie puede hacerme daño. Tengo esa seguridad: ésa es mi máscara.

Chiappucci. Mi problema en el ciclismo ha sido siempre las contrarreloj. Trabajo y trabajo, ataco siempre que puedo, pero no me vale de nada. Sí que gano cronoescaladas, pero cuando es una crono llana... Si no hubiera etapas contrarreloj, seguro que habría ganado algún Tour o algún Giro.

Y si no hubiera existido Miguel, si no hubiera coincidido con mi carrera, seguro que yo habría ganado el Tour de 1992 y el Giro de 1993.

Induráin. Ellos, todos los de mi época, tienen libertad en todas las carreras, no me siento como alguien que haya frustrado el porvenir de nadie. Pero yo no me siento un dominador, o por lo menos un acaparador. Ni siquiera mi coto es el Tour, he ganado otras carreras.

Chiappucci. Yo tengo otro carácter. Miguel entró en un equipo que tenía un líder claro, Delgado, y estuvo ahí a la sombra. Trabajaban para él. En cambio yo me lo he tenido que trabajar todo solo. Tenía a Roche delante pero la, situación era, diferente. Yo me he tenido que inventar mi estilo para salir a la superficie.

Induráin. Sí, Claudio es totalmente diferente. Igual que yo. En Italia el corredor tipo es de pruebas de un día, o sprinters o clasicómanos, pero es raro ver a alguien como Claudio. Y, en mi caso, al revés. En España hay tradición de escaladores y he aparecido yo que soy más bien rodador. Los dos somos raros en nuestros países.

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