Polémica y discutible travesía "a nado y en barca" del francés Guy Delage
Al pisar las playas de Barbados el pasado jueves, tras 56 días y 3.900 kilómetros de travesía atlántica supuestamente a nado, a Guy Delage le esperaba un nuevo chapuzón. Esta vez, en una ardorosa: polémica. Para los medios de comunicación que habían patrocinado y seguido día a día su aventura, cómo la poderosa televisión privada TF-1, Delage era un héroe nacional. Para otros medios, como los diarios Libération y L'Equipe, el prestigioso rotativo deportivo, Delage era más bien un fenómeno publicitario. Los admiradores de la hazaña ensalzaban la resistencia del nadador, su voluntad, su solidez frente a la soledad oceánica y el valor científico de la experiencia. Los críticos subrayaban que dos tercios de la travesía se habían realizado a bordo de una embarcación y se preguntaban, sin hallar respuesta, dónde estaba el interés científico.La gran travesía no fue un bracear ininterrumpido. Delage la organizó con horario de oficina: cada mañana saltaba de su nave y, bien atado a la misma, nadaba durante seis horas. Luego embarcaba de nuevo, transmitía su crónica para TF-1 y la emisora France-Info y descansaba hasta el día siguiente mientras la barca seguía avanzando. Disponía de unas aletas gigantescas para optimizar el esfuerzo y aprovechaba todas las corrientes, desviándose si convenía, lo cual hizo variar el punto de llegada, inicialmente previsto en la Martinica, en lugar de las Barbados. Las pruebas médicas y fisiológicas que se habían programado no pudieron realizarse porque los aparatos se estropearon. Y las "importantes observaciones ictiológicas" de que hablan los panegiristas del nadador resultan bastante discutibles. Pero también es cierto que lo que ha hecho Delage durante los últimos 56 días, solo en el océano, no lo hace cualquiera.
Para Guy Delage, de 42 años y profesiones múltiples (aviador, nadador, navegante, aventurero y logista de organizaciones humanitarias), las polémicas no son nuevas. Aunque en la primera carrera náutica de la Ruta del Ron, en 1978, venció en la categoría de los 12 metros, la mayoría de sus compatriotas le conocieron cuatro años después, en el punto de partida de la misma competición. Delage quiso participar en la Ruta del Ron a bordo dé una canoa plegable. Y en el mismo puerto de Saint-Maló, delante de cientos de objetivos y sin haber avanzado un metro, la canoa se plegó con el navegante dentro. Durante semanas, Delage fue la risa nacional.
Dolido en su amor propio, el aventurero se pasó al vuelo sin motor. En 1991, a bordo de uno de esos aparatos, cruzó el Atlántico en 27 horas. Su prestigio estaba restablecido. Pero aún le faltaba algo. Antes de partir de las islas de Cabo Verde, el pasado 16 de diciembre, para esta nueva travesía, admitió que una de las razones que le empujaban a la zambullida era económica. Debía más de 300.000 francos, sus patrocinadores le ofrecían más de un millón a cambio de vincularse publicitariamente al larguísimo remojón.
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