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Poligamia y rapto de novias en el Caucaso

El régimen sovietico no logró erradicar las atávicas costumbres de la región

Pilar Bonet

ENVIADA ESPECIALEn las regiones del Cáucaso, los esfuerzos de la URSS para organizar las relaciones familiares de los pueblos de cultura musulmana de acuerdo. con el patrón occidental no consiguieron erradicar tradiciones como la poligamia o el rapto de las novias. Ahora que Rusia pide lealtades políticas, pero no trata de imponer un modelo de vida privada a sus ciudadanos, el mundo patriarcal que confina a la mujer a la procreación y al servicio doméstico se afirma libre y con renovada fuerza en la realidad cotidiana de los caucásicos.

En la ciudad-pueblo de Nazrán, la capital de Ingushetia, Maksharid Sultígov un sociable y alegre caballero de algo más de 60 años, tiene dos esposas y dos hogares entre los que median un par de calles enlodadas Maksharid transita habitualmente entre un hogar y otro y desde hace ya cierto tiempo, regresa por las noches a casa de Sajrad, la segunda esposa. Consciente de vivir en un mundo con sus propias reglas, Maksharid, como otros, ingushes, trata de simplificar las cosas al forastero y se contenta con que le llamen Maksim, la variante rusificada de su nombre, de la misma manera que Sajrad se hace llamar Sonia. Tras los nombres rusos están las realidades de la etnia ingush, una comunidad de ganaderos, sometidos a la influencia islámica sunní a partir del siglo XVI.

Hubo una época en la que Maksharid no necesariamente volvía al lecho de Sairad. una enérgica mujer de ojos chispeantes, labios finos y nariz aguileña, que hoy tiene 52 años y que, aparte de llevar la casa y cuidar a los animales domésticos -una docena de vacas, una quincena de ovejas, numerosas gallinas y dos pavos-, complementa los ingresos familiares bordando sábanas por encargo y confeccionando edredones. En los primeros años de su relación con Maksharid, Sairad confiesa que se sintió muy humillada, como alguien "que come las sobras de otra mesa". No le quedó otro remedio. Maksharid la raptó tras seducirla y vanos fueron sus intentos de abortar los hijos engendrados, tirándose de los tejados y levantando enormes piedras.

Sajrad ha dado ocho descendientes a Maksharid. La otra esposa, su vecina y hoy amiga, le ha dado diez. Y los hijos de una y otra madre han jugado juntos y han comido pan con mantequilla en la casa de Sajrad. A estos 18 vástagos hay que añadir el primogénito de Maksharid, ya muerto, que nació de una mujer repudiada al cabo de tres años de convivencia. Maksharid lamenta hoy aquel pecadillo de juventud. "No fue un resultado de la voluntad, sino de la borrachera. La rapté habiendo bebido y después no quise humillarla a ella y a su familia. Aguanté tres años, hasta que no pude más y hablé con sus parientes". Aquella mujer encontró un checheno que la quiso y tuvo nueve hijos varones con él, explica Maksharid.

En plena época soviética, Maksharid se empeñó en que le fueran reconocidas las dos esposas y las dos familias con las que convive hoy. "Yo no soy como esos rusos degenerados que tienen amantes, llevan una doble vida y son capaces de abandonar a la familia", explica mientras sorbe una taza de té tras volver sudoroso de la mezquita, donde ha bailado y ha cantado al atardecer de la primera jornada del Ramadán.

La flojera que se experimenta durante el primer día de ayuno no ha impedido a Maksharid, asumir la organización de un acto de caridad: el funeral de un checheno que murió de gangrena en el hospital de Nazrán. Tenía una herida de bala fácil de curar, pero tardó demasiado en recorrer el peligroso camino desde Grozni a Nazrán. Lo lavaron en casa de la primera esposa de Maksharid y le rezaron en la mezquita que el hermano de Masksharid, un hombre adinerado, ha regalado a la comunidad.

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En época soviética, Maksharid llegó a tener dos pasaportes, en uno de los cuales registró a una esposa y los hijos de ésta, y en el otro a Sajrad y los' suyos. Los dirigentes de todos los registros civiles de la -república de Chechenia-Ingushetia (ambas repúblicas formaban una única unidad administrativa hasta 1992) se reunieron en asamblea para tratar la "irregularidad". Como caucasianos razonables que eran, encontraron el compromiso entre la tradición local y la ley de Moscú: Maksharid quedó legalmente registrado como el padre de toda su prole, pero el segundo pasaporte fue anulado y destruido.El rapto de las novias sigue siendo algo habitual en Ingushetia. De las cuatro hijas de Maksharid y Sajrad, tres han sido raptadas. Dos de ellas tuvieron la suerte de ser seducidas por los hombres a quienes querían. La tercera fue menos afortunada: el raptor no fue el novio con quien había pensado casarse, sino un mozo desconocido y poco agraciado que, habiéndole echado el ojo a la joven, aprovechó un descuido para llevársela. Han pasado ya varios años, la mujer tiene ya dos hijos y todavía no quiere a su marido, dice Sajrad, que se dispone a regalar un edredón a su hija para consolarla del desamor.

Los Sultígov aceptan los raptos como algo inevitable, e incluso conspiran en ellos con sus hijos varones. Por la casa familiar, silenciosa y servicial, se pasea la nuera más joven, una mujer de 17 años, embarazada de tres meses y raptada en su día con el apoyo de Maksharid y Sajrad

Para evitar correr el destino de sus hermanas, la benjamina de los Sultígov, Hari, de 19 años, tiene prohibido salir a la calle. Con cara de aburrimiento, Hari limpia el patio, cocina, quita el barro del calzado de los huéspedes y se adorna el moño con un tocado de perlas y lentejuelas que sólo los hermanos y parientes tienen el placer de contemplar. Entre los parientes está el primo Mohamed, que vigila cuidadosamente a su hermana, llevándola y trayéndola en coche de la escuela de enfermeras Mohamed, que sólo tiene 24 años, raptó a su actual esposa cuando ésta tenía 16 años. ¿Y si ella no hubiera querido casarse? "Yo no forzaría a una mujer que no consintiera, porque para qué va a uno a amargarse la vida con una mujer hostil" afirma Mohamed.

.En teoría, la mujer puede negarse a convivir con su raptor, pero las mujeres "deshonradas" tienen pocas posibilidades de encontrar pareja "¿Quién la va a querer sabiendo que ha estado con otro? La mujer tiene que llegar virgen al matrimonio" dice Mohamed.

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Sobre la firma

Pilar Bonet
Es periodista y analista. Durante 34 años fue corresponsal de EL PAÍS en la URSS, Rusia y espacio postsoviético.

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