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El síndrome preelectoral

Andaba yo escamado estos días y me ha costado encontrar el porqué. Aducía para mis adentros -son muy suyos, todo hay que decirlo, aunque de vez en cuando se atienen a alguna que otra razón- la tensión de las últimas fechas. Vivimos tiempos difíciles, dicen las crónicas, y hasta mi habitual escepticismo está a punto de creerlo, por mucho que la conocida cantinela se remita al origen de los tiempos, allá cuando Adán le hizo caso a Eva y empezaron todos los problemas de la raza humana. Las cloacas siguen abiertas, Madrid lucha enconadamente por convertirse en una ciudad imposible, si ya no lo es, y la gomina que me recomendaron en la farmacia no consigue que los pelos de punta que me puso Gurruchaga contando algo que muchos sabemos pero que nos da mil patadas asumir, vuelvan a su posición natural. Como decía un cura de mi colegio, al final siempre surge la luz (ahora que soy mayor tengo ciertas dudas sobre la autoría de dicha sentencia), y ésta vino desde un informativo televisivo en el que se hacían eco de las cabezas de las listas electorales de los principales partidos con vistas a las próximas elecciones municipales y autonómicas madrileñas.¡Albricias! exclamé, asustando a mi perro, que no está acostumbrado a mayores gritos que lo de isiéntate!, ¡no ladres!, ¡tráeme el periódico!, o ¡prepárame la cena! Al final era eso, simple y llanamente el habitual síndrome preelectoral cuya primera erupción llega siempre al conocer el nombre de los contendientes. Los síntomas son claros. Tienes mal cuerpo, sueñas cosas raras, soltando nombres raros en la cama, como Joaquín, Álvarez, Alberto o Juanito, tu suspicacia aumenta exageradamente, sufres diversos tipos de alergias y empiezas a moverte nervioso *en el sillón. cada vez que termina un informativo, creyendo que ya llega un espacio electoral.

Y es que no es para menos. Esas caras, esos nombres, esos imaginativos eslóganes nos van a acompañar durante los cinco largos meses que quedan, desayunando, comiendo, y cenando con ellos. Les veremos la cara más que a nuestras parejas. Nos contarán sus vidas, todas ellas dedicadas íntegramente a convertir a Madrid, capital y provincia, en un sitio como Dios manda. Nos relatarán detalladamente todo lo que han hecho en los últimos tiempos y, con mayor énfasis, lo que han dejado de hacer los otros. El dúo PePero hablará maravillas de lo realizado en la noble Villa, y achacarán los problemas de la ciudad al. boicoteo de la Comunidad. El dúo PSero enfatizará los logros en los alrededores de la capital, y si Madrid va di mal en peor es porque aquí no les dejan meterse.

En una esquina del ring, el dúo IUnido reclamará protagonismo, y mirará de reojo al respetable como. diciendo: "Fíjense, son como niños". Preguntaremos: ¿dónde se encuentra Cristina Almeida?, y ¿por qué no le podemos votar directamente a ella?, a lo que alguien muy bien entrenado responderá disertando pormenorizadamente sobre la inconveniencia de las listas abiertas. Recordaremos a Tierno Galván, incluso los que no le disfrutaron, pues los mitos están para eso.

Los contrincantes recorrerán a pie las calles, estrechando manos, sonriendo a diestro y siniestro, y besando a niños que no tienen ni pajolera idea de quiénes son. Hablarán en voz alta en los mítines, y gritarán siempre que sea necesario. Los asesores de imagen se frotarán las manos, y su índice de desempleo será nulo. El que tenga una valla en un sitio céntrico puede ir reservando los pasajes para el Caribe, donde podrá dilapidar sus millonarias ganancias, y cuando salgan las cifras de lo que se gastan los partidos en la campaña, alucinaremos de colores.

Mientras todo esto vaya ocurriendo, los pisos en

Madrid subirán por primera vez en tres años, el tráfico no empeorará porque es imposible, las cabinas de Telefónica seguirán tragándose ' monedas, los ultras camparán a sus anchas, cerrarán algún que otro teatro, las chicas de información de Telefónica insistirán en que el teléfono pedido no figura, los taxistas harán de su capa un sayo si hace falta y, eso sí, todo se olvidará cuando el Madrid gane la Liga.

Y digo que si todo esto ya lo sabemos con cinco meses de antelación, si nuestra opinión de los diversos candidatos y partidos está suficientemente formada para que sea difícil que nos la cambien con un discurso, si ya somos muchos los que tenemos decidido a quién vamos a votar, no estaría mal que en vez de tener que soportar todo lo que se nos viene encima, simplemente nos dijesen un día: ¡hala, hoy a votar! Sería maravilloso. No ensuciaríamos las calles, ahorraríamos un montón de dinero y la salud de los políticos no correría peligro. ¿Dónde hay que apuntarse para esto?

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