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Cartas al director
Opinión de un lector sobre una información publicada por el diario o un hecho noticioso. Dirigidas al director del diario y seleccionadas y editadas por el equipo de opinión

Si yo fuera presidente

Si yo fuera presidente del Atlético de Madrid nunca hubiera contemplado un club de fútbol como una empresa, nunca hubiera tenido tal poca paciencia con los entrenadores... Es tan fácil darse cuenta...; sin embargo, ¿cuántos se dan cuenta? Aunque sólo fuera por eliminación, resulta evidente que el presidente del Atlético de Madrid, Gregorio Jesús Gil y Gil, es el máximo responsable de lo que ocurre en el club. Ha echado a todo el mundo: entrenadores (ya he perdido la cuenta); jugadores (negándose a pagar lo que le correspondía, como a Losada, nuevo internacional), médico, preparador físico, director ténico... Y, sin embargo, uno debe ¡callar! ¿Cuál es la gran coartada de Gil? ¿No dar argumentos al enemigo (hinchada madridista)? ¡Pero si ese enemigo para él no es tal! ¿No está a partir un piñón con Mendoza? Gil es, además, responsable porque él lo ha querido así. Dentro del club él hace y deshace incluso decide los fichajes, como Mendoza (este último cuando acierta se jacta a los cuatro vientos de ello).

El club tiene la desgracia de contar de vez en cuando, y éste es un mal habitual hasta cierto punto de todo el fútbol español, con presidentes esperpénticos como Gil o Cabeza.

En definitiva, ¿qué persigue Gil? ¿De verdad insulta a los jugadores porque cree que se ríen del abonado y de él? Resulta evidente lo que quiere Gil. Ray una sola cosa que le importa más que el dinero, y es él mismo. Él personalmente ha reconocido que está en esto para vender pisos. En una ocasión le dijo a Jacinto de Sosa en televisión que él estaba en esto para medrar. En otra, le dijo a Antonio Herrero que él tenía a su hijo con él en el club y que eso era nepotismo puro.

La vergüenza ajena que uno pasa viéndole freír unos huevos en la tele no la sabría yo describir. Tampoco la que produce su ansia por aparecer en este medio, ya se hable de droga, prostitución, terrorismo o lo que sea. Es decir, el muerto en el entierro, el niño en el bautizo y el novio en la boda. Todo menos discreto.

Otro aspecto lamentable es su enorme capacidad, para el insulto, que ridiculiza y enloda a la entidad a un tiempo. A cuántas personas no ha llamado públicamente hijo de puta. ¿Ya nadie recuerda la aventura del equipo de baloncesto de Villalba y sus insultos a los jugadores del Real Madrid tras el partido con éste?

Este club, tan denostado hipócritamente por el madridismo militante, acusado de equipo perdedor, de equipo que juega mal al fútbol, su hinchada de envidiosa -esta última acusación simplista, infantil, burda, tosca, ridícula e insensata, por cierto-, este club, digo, posee la afición más enamorada de su equipo que existe sobre la tierra, y por eso no se merece todo lo que ocurre.

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Gracias a Gil, a Roig e incluso a Mendoza, en ciertos aspectos se podría redactar un tratado sobre todo aquello que un presidente no debería hacer nunca.

Para muestra, un botón. Gil decide traer a Peiró como entrenador cuando estaba a punto de ser destituido en Segunda División. Consecuencia: lo del Timisoara. Curiosamente, la solución no pudo ser mejor: Ivic, con Copa del Rey, segundo puesto en la Liga, récord de imbatibilidad de Abel, equipo menos goleado... Parece inaudito, pero Gil no aprende ni de sus aciertos y errores.-

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