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EL FÚTBOL ESPAÑOL DESPIDE A UN ASTRO

"Llegaba a resultar desesperante"

Solozábal y López relatan la dolorosa experiencia de tener que marcar a Romario

Un puñado de horas frente al televisor no le sirvió de nada. Solozábal, que gusta de estudiar previamente a los delanteros con los que debe jugarse los cuartos, se había aprendido de memoria a Romario: sus gestos, sus recorridos, sus regates, sus manías... El día del examen, el primer Atlético-Barça con Romario, el brasileño tiró un sombrero por aquí, estrenó un cambio de ritmo por acá y se frenó en seco por allá: tres goles al saco. A Solozábal ningún Estudio Estadio le había contado estos secretos del repertorio. "En cada jugada enseñaba un regate nuevo", recuerda desanimado el central del Atlético.La verdad es que durante su año y medio en España Romario la tomó con el Atlético. Cada vez que se cruzó en su camino le colocó un racimo de goles: tres, la primera vez; tres, la segunda, y dos, la tercera, ya en su temporada sabática. Pocos defensas, pues, han sufrido la inspiración del brasileño como Solozábal, López, Rocha... Todos definen su marcaje como un suplicio, como un trabajo que les condujo a la desesperacion.

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"Marcar a Romario es de lo más ingrato, comenta López. "Te hace creer que le tienes sujeto", añade, "que no se mueve porque se lo impides y que no toca el balón porque no le dejas. Pero de pronto, aparece una vez y marca. No hace nada en todo el partido, pero se presenta un segundo y te la lía".

Romario no lleva a su pareja de un lado a otro del campo, ni le, obliga a paseos demasiados largos. Con viajes de cinco metros le basta para sacar de quicio a su defensor. "Está casi siempre parado, es cierto", admite Solozábal, "pero precisamente eso no te facilita la concentración. No es como el delantero que te mantiene en tensión al estar siempre buscando el desmarque. Él parece que pasa de lo que sucede en el césped, pero estoy seguro de que le da vueltas a la cabeza hasta encontrar el momento. Luego, arranca en seco, tira de esos tres metros mortales que tiene, y se va. No le puedes coger de ninguna de las maneras".

En realidad, los zagueros rojiblancos no conocen la fórmula que garantice la sujeción del brasileño. Ni siquiera, la vía de la disciplina, el orden o las cosas bien hechas. "La verdad es que llega a ser desesperante", admite Solozábal. "He visto decenas de jugadas en que ninguno de sus oponentes comete un solo error, pero da igual. Te la hace. El año pasado nos sucedió una cosa así en el Camp Nou. Todos cerramos bien, Abel estaba bien colocado, pero Romario se sacó un tiro parabólico imposible".

La vía de la intimidación tampoco funcionó. "Si le haces -una falta", dice López, "Romario se levanta como si nada. Ni te mira. Son cuestiones de carácter. Stoichkov contestaría, te diría cualquier cosa. Romario no te dirige la palabra". Sólo el día del famoso 4-3 (el Atlético levantó un 3-0 en el segundo tiempo en un ejercicio de casta y garra) el brasileño descubrió cierto punto débil: "Puede que por las bravas pierda poder".

El Atlético trazó tres planes diferentes para frenar al ya ex delantero del Barcelona (marcaje al hombre, marcaje en zona y la línea de Maturana) y ninguno le dio resultado. Es un futbolista demasiado imprevisible como para encontrarle un antídoto infalible. "A veces", confiesa López, "para quitar la pelota a un futbolista te fijas en movimientos naturales, en reflejos lógicos. Con Romario no valen las leyes físicas. Puede hacerte un regate en cualquier postura, con los brazos y las piernas colocadas de cualquier manera y llevando el balón donde lo quiera llevar".

Ahora, ese tipo "de lo mejorcito que ha venido a jugar por España", abandona el Barcelona. Romario se va: Solozábal y López al fin podrán dormir tranquilos.

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