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Un hombre es arrastrado por la corriente en Guipúzcoa tras lograr salvar a su hija

El temporal de lluvia sobre Guipúzcoa convirtió el viernes un accidente de tráfico en una odisea trágica. El coche que conducía J. M. O. A., de 37 años, cayó a media tarde al río Agaunza, en Beasain. El conductor del vehículo luchó contra la corriente con su hija de 15 meses en brazos hasta que la pequeña fue rescatada por un agente de la Ertzaintza. Después, sus fuerzas le abandonaron y fue arrastrado por las aguas. Al cierre de esta edición no había sido localizado.No han sido determinadas las causas por las que el coche, un Opel Kadett matrícula SS-5783-AB, se precipitó al Agaunza. Los vecinos de la zona intentaban el rescate del hombre y la pequeña cuando miembros de la policía autonómica vasca acudieron al lugar de los hechos, cerca del cruce de la localidad de Lazkao.

Uno de los agentes y un paisano comenzaron a descolgarse por sendas cuerdas para intentar el rescate. La corriente, crecida por los intensos chubascos de agua y granizo, amenazaba con hacer terminar la historia antes de tiempo. Finalmente, el ertzaina consiguió recoger a la niña, M. O. Z, de 15 meses. De inmediato, fue trasladada en una ambulancia hasta el ambulatorio de Beasain, en el que le prestaron las primeras atenciones.

En el último momento

Quedaba salvar a su progenitor. El arriesgado individuo que también se había, apresurado a lanzarse al rescate se encontraba ya a la altura de éste cuando la cuerda que estaba utilizando no resistió más. El poder de la corriente y el cansancio hicieron el resto. J. M. O. A. fue arrastrado, por el rio. Su frustrado salvador pudo salir por sus propios medios.

La policía confirmó que, al producirse el accidente, sólo viajaban en el coche la niña y su padre, al que continúan buscando los buzos de la Cruz Roja y de la DYA, coordinados por técnicos de Protección Civil del Gobierno vasco. Las posibilidades de encontrarle con vida son casi nulas.

Por otra parte, un niño de nueve años murió ayer en la localidad alicantina de San Juan al caerse dentro de un pozo de riego abandonado de 30 metros de profundidad. El pozo no tenía brocal, pero estaba protegido por una valla y cubierto con tablones, aunque éstos dejaban un hueco suficiente para que se colara el cuerpo del pequeño.

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