_
_
_
_

Acampada en el Bernabéu

Un centenar de personas pernoctaron ante las taquillas a la búsqueda de una entrada

JOSÉ MIGUÉLEZTodos desayunaron chocolate con churros. La pareja de soldados que se fugó del cuartel; el vendedor ambulante de pañuelos que hizo un favor a un amigo que acababa de ser padre; la familia que llegó de Valdepeñas con su caravana a cuestas; el vecino de Manoteras, de 69 años, que se fabricó una cueva de cartón para esquivar el frío (tres grados a la una de la madrugada); el tipo de Irún que suele financiarse localidad y viaje de lo que saca en la reventa; los argentinos que cruzaron el charco para tratar de ver a Redondo... Así, hasta la casi centena de aficionados que decidió pasar la noche junto a las taquillas del Bernabéu por con seguir un boleto para presenciar el Madrid-Barcelona.

El desayuno fue un obsequio de cuatro chicas, con puesto de privilegio en la fila, que quisieron corresponder de esta forma a un detalle de los demás, reservaban su sitio en la cola mientras ellas dormían en casa. Florentino Pérez, el único precandidato que se pasó por la zona, también se solidarizó: regaló bolígrafos, mecheros y caramelos. Otro socio llevó mantas, aunque la mayoría de los acampados ya andaban bien provistos de ropa.

Entre la fila había todo tipo de casos. Por ejemplo, el de César, un barcelonés madridista de 19 años, y El Látigo, un alicantino culé de la misma edad. Ambos se fugaron del cuartel madrileño donde cumplen el servicio militar tras el toque de silencio (con la complicidad de los soldados de guardia) y regresaron antes del de diana. Por la mañana, ya habían conseguido intimar con alguien que les guardara el sitio. Su afición por el fútbol les animó a jugarse un arresto.

En otros casos, bajo el gesto de pasión por el fútbol se escondía cierto ánimo especulador. Pero pocos reventas o similares (los profesionales suelen pagar a chavales para que pasen la noche en las taquillas y guarden la vez) reconocieron sus verdaderas intenciones. Sólo Santiago González, un irunés de 29 años, que tampoco tenía grandes pretensiones. Quería cuatro entradas de, 9.000 pesetas. Dos para él y su novia, que a última hora se uniría a la cola, y las otras dos para financiarse el viaje a Madrid. Las obtuvo, aunque de menor precio (5.500). "Las venderé a 30.000 pesetas, como el ano pasado el día del Madrí-Atléti".

Otros acudieron al Bernabéu por hacer un favor a un cliente. Fue el caso de Juan Carlos Arias, El feo, de 24 años, habitual vendedor ambulante de pañuelos en un paso de patones de la calle Alberto Alcocer. La mujer de un comprador dio a luz el martes y se tuvo que ir al hospital. Arias aceptó ocupar su lugar en la cola. No confirmó si pactó con su cliente alguna recompensa.

Por haber, hubo hasta un aficionado del Atlético. No es que se confundiera de estadio, sino que se dejó liar por dos amigos madridistas. Los tres llegaron procedentes de Málaga. Otros dos vinieron de Almería, los segundos en la fila -los puestos se conseguían como en el mercado, pidiendo la vez-, y a la una de la mañana ya dormían enfundados en sendos sacos de plumas. Otros, prefirieron pasar la noche jugando al mus sobre una improvisada mesa de cartón. Otros, se conformar con con calentarse en torno a una hoguera.

Al amanecer, la hilera empezó a multiplicarse. Al mediodía, ya cubría la mitad del estadio. Y a las seis de la tarde; cuando al fin se abrieron las taquillas, la fila la formaban millares de aficionados. No hubo entrada para todos (3.500). Para los que acamparon por la noche junto al Bernabéu, sí.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_