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La credibilidad en el juzgado

El jefe del Ejecutivo, Felipe González, reconoció ayer que él y su Gobierno han perdido credibilidad y que también están perdiendo la batalla del ambiente, de la opinión pública. González aseguró que está preocupado por la existencia de un clima en el que a veces cuesta trabajo respirar. "La peor erosión que puedo soportar, o que podemos soportar, viene del cuestionamiento de la honradez de los responsables políticos, y la verdad es que me siento aludido y no me resigno", afirmó. Más adelante, el presidente del Gobierno reconoció que la erosión puede deberse en parte a razones inexorables -no se gobierna gratuitarnente durante años- y dijo: "Si la conclusión de una experiencia de gobierno es que uno puede perder la fuerza moral, entonces debo decir que se pierde algo mas: se pierde la capacidad de representar a un país, y desde un punto de vista humano se pierden muchas cosas que no estoy dispuesto a perder, porque éste es mi único patrimonio". González resaltó que en sus años de gobierno ha intentado hacer una gestión honrada que no debería conducir al ambiente que hay en la actualidad, donde "se ponen en peligro principios del propio funcionamiento del sistema democrático.Entre nosotros que no quede el equívoco. Las declaraciones anteriores, pese a la- vigencia de la situación referida, no han sido formuladas ayer por González desde su retiro navideño en la sierra de Cazorla. Pertenecen a la crónica de un acto organizado por la Catedra Téneo de Derecho Empresarial en la Universidad de Alcalá de Henares el jueves 17 de diciembre de 1992. Y se han reconstruido a partir de una información publicada en EL PAÍS del día siguiente bajo la firma de Anabel Diez y de las noticias difundidas por el servicio nacional de la agencia Efe.

Examinemos ahora qué se ha hecho de estas protestas de honradez formuladas hace más de dos años. Se verifica que el clima descrito ha seguido enrareciéndose desde entonces y que el arca de la alianza, la prueba última de la credibilidad de González, ha quedado primero en manos del juez de instrucción de la Audiencia Nacional, de donde pasará a las del tribunal que deba pronunciarse y fallar la causa de los GAL.

El público que asiste a la función, imbuido de esa mentalidad sumarísima abominable, que tan bien describe Rafael Sánchez Ferlosio, preferiría pasar la página, pero la maquinaria judicial en marcha es implacable. Reconozcamos que en esta ocasión El Mundo, ya sea movido por un fértil rencor, por una abrupta nobleza, o por otro estímulo más dinerario, como sugiere Abc, ha incurrido en la insólita actitud de ir a contrapelo de ese extendido ambiente tan propenso a la indulgencia. Por otra parte, el Gobierno no puede aspirar al jubileo exculpatorio, porque esos beneficios sólo le serían aplicables tras el reconocimiento de estar comprometido en el caso GAL, que es precisamente lo que viene negando. De la misma manera que tampoco puede el Gobierno en este caso librarse de las presiones del PP mediante el recordatorio del Batallón Vasco Español y de otras negruras anteriores porque quienes dijeran "y vosotros más" estarían proclamando que "ellos también".

Lejos de nosotros la funesta manía de contextualizar, ejercicio que algunos sólo entienden como artera y bochornosa justificación de. los más negros delitos. Pero convengamos en que ni los españoles son justos y benéficos por mucho que lo dijera la Constitución de 1812, ni se ha verificado en todos los casos esa admirable, proposición de que sólo lo ético es útil. Tal como se viene contando, ese monstruo de la historia universal no siempre ha retribuido los comportamientos filantrópicos. Otra cosa son las opciones personales, donde, puestos en el caso límite, está claro que hemos de coincidir en la elección avanzada por Arturo ' Soria y Espinosa, según la cual "más vale ser asesinados que asesinos".

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