Un viaje obligado
Bajo el título de la laureada película de Fernán-Gómez El viaje a ninguna parte -no seré yo el que considere, como hace el Libro de estilo de su diario, que titular con títulos de película es "un recurso fácil y reprobable", demostrativo de "escasa imaginación y abundante pereza mental"-, el consejero delegado de EL PAÍS ha escrito el 24 de noviembre un artículo polisémico, pues ya ha teñido distintas interpretaciones. Hay quien ha visto en él un acta de rendición, mientras que otros lo han considerado como una mano tendida al PP, de forma condicionada. En mi opinión, es una reflexión, equívoca en apariencia, pero de propósitos subliminales claros. Se mezclan en él tres ingredientes: un diagnóstico de la situación Política, un pretendido soporte teórico en ascenso para darle salida y una llamada de atención a lo que podría suponer la alternancia en el poder del PP. El diagnóstico es tremendista. Decir que "nos encontramos envueltos en una oleada de sentimientos cuando menos prefascistas" tiene mucho de desmesura. Y citar como una de las causas "los intentos indudables dePasa a la página siguiente
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deslegitimación del poder democrático" es abonarse a la teoría de la conspiración, de añejas resonancias, y que se lleva mucho esta temporada. El soporte teórico para superar esta situación, que según el autor "va cobrando fuerza", coincide con exactitud milimétrica con las ideas expuestas por el señor García Trevijano en una colaboración periodística semanal y en un libro de reciente aparición. El hecho de que la media docena de personas que intervinieron en la presentación de este libro se apresurasen a desmarcarse de las tesis en él conténidas me libera de cualquier otro comentario acerca de su generalización. Transición democrática, consenso constitucional, monarquía parlamentaria, son conceptos que siguen contando de forma abrumadora con el favor de la opinión pública. A partir de estos, dos supuestos, estado de cosas alarmante y teorías emergentes antisistema, se cuestiona la voluntad o capacidad del PP para conducir a España a puerto seguro. Cuando hasta la reivindicación por este partido de la figura y el pensamiento de Azaña se tiñe de sospecha, y no se considera una iniciativa positiva, es que poca generosidad se gasta en la óptica que se aplica. Diga lo que diga, a sus palabras se les hará acompañar de la duda.
En un país en cuyo refranero figura, en lugar preferente, la aberrante expresión, en sí misma contradictoria, de "más vale lo malo conocido que lo bueno por conocer", contribuir a invalidar alternativas a una situación degradada fomentando prejuicios es añadir leña a la hoguera de crispacion ambiental que el autor tanto recrimina al PP. Como creo que es pescar en prosa revuelta la intención del artículo objeto de esta réplica. Si la segunda transición, como allí se reconoce, se pretende que sea "la que traerá la verdadera democracia", no es un viaje a ninguna parte, es un viaje obligado, del que muchos están deseando sacar ya el billete.-
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