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Qué piden los lectores?

Juan Arias

De las numerosas conversaciones telefónicas que este departamento mantiene con los lectores de este diario aparecen claras algunas críticas y exigencias muy comunes. Conocerlas puede ser no sólo curiosidad, sino también una ayuda a la intercomunicación que debe existir entre los mismos lectores. De hecho, mucha gente de la calle pregunta con frecuencia "de qué se quejan o qué piden los lectores".Una de esas exigencias de los lectores es que un periódico debe estar "bien escrito". No entienden, ni soportan que un periodista se cargue el idioma, que machaque la gramática. Ni entienden cómo algunos gazapos tan evidentes puedan escaparse a los diversos filtros que, dicen, debería tener un diario.

En otras ocasiones las quejas. van por otros derroteros. Hay quienes se duelen, por ejemplo, de que se les dé demasiada información a algunas comunidades en detrimento de otras. Algunos lectores creen que el diario insiste excesivamente en los problemas del País Vasco y que se informa poco, por ejemplo, sobre Aragón, Asturias y Extremadura. Lógicamente, los que se quejan suelen pertenecer a las comunidades que se sienten discriminadas.

Los hay que se manifiestan interesados en el itinerario que hace una noticia antes de aparecer en el diario. Cómo se llega a ella, quién controla su autenticidad, qué autonomía, tiene el redactor autor de la noticia en su publicación, quién tiene el derecho o el deber de contrólársela y si pueden existir en algún caso presiones para que no se publique.

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¿Y las cartas al director? Es un tema que ya había sido abordado por mis antecesores, pero sobre el que los lectores plan tean nuevas preguntas, como: ¿quién las lee?, ¿cómo llegan al director?, ¿quién se las selecciona?, ¿quién decide publicar unas y otras no?, ¿qué seguridad existe de que no se trate de anónimos disfrazados?, ¿conoce un redactor con antelación que se va a publicar una carta en la que se le critica?

La exigencia de "seriedad" es algo que suele estar siempre presente o latente en críticas y peticiones. Es corriente la frase: "Un periódico tan serio como el suyo no debe permitirse tal o cual cosa". Aquí el adjetivo "serio" es equivalente a "riguroso" en la boca o la pluma de los lectores, exigentes a veces hasta el extremo. Se, podría decir que no nos pasan ni una coma. Aunque peor sería que nos lo perdonaran todo.

Se advierte una identificación emocional muy fuerte entre el lector y el diario. Muchos subrayan: "Les leo desde el primer día que salió el periódico", lo que lleva implícito que se sienten de algún modo con más derecho, si cabe, a criticarlo. Y llevan razón.

En cuanto a la exigencia de "rigor", tengo que confesar que he encontrado en tantos lectores una madurez que sorprende. Ellos prefieren, por ejemplo, que no se publique una noticia si no existe certeza al cien por cien de su "veracidad".

En general, los lectores son muy sensibles a que el periódico se limite a "informar" sin "ocultar nada", y son hipersensibles ante la duda de que las informaciones puedan estar encaminadas a dañar o favorecer a un personaje público o a una formación política. Suelen subrayar que, al igual que los jueces deben ser sobre todo jueces, los periodistas debemos antes que nada ser y nada más. Y no aceptan ni la posibilidad de que pueda existir ningún tipo de "complicidad" con los poderes constituidos, sean los que sean.

Nunca he oído o leído a un solo lector criticar la función de la prensa como instrumento de conciencia crítica del poder. Por el contrario, hay una unánime exigencia de que no se tengan contemplaciones con los diversos poderes, ya que advierten que siempre serán más las cosas que ellos intentan ocultar a la opinión pública que las que nosotros, los periodistas, logremos llegar a revelar.

Se nota mucha sensibilidad en los lectores en todo lo referente a la nueva doctrina de lo "políticamente correcto". Todo lo que pueda oler a discriminación o racismo, tanto en el lenguaje como en la información misma, les irrita notablemente. Una lectora ha preguntado, por ejemplo, por qué en el artículo en el que se anunciaba que Soledad Gallego-Díaz, había sido nombrada delegada del diario en Andalucía y Joan Perdigó en Valencia, de la primera se decía que es "soltera" y del segundo no se indicaba su estado civil.

Hasta aquí, los lectores.

Y al defensor del Lector, en esta última columna del año que acaba, le gustaría recordar, por su parte, algunas cosas nacidas, precisamente de las conversaciones -a veces largas y polémicas- con algunos lectores. Como por ejemplo:

1. Que la libertad de expresión revela la identidad de una sociedad libre. Que ninguna dictadura ha soportado una información sin censura. Que mejor un mal periódico que ningún periódico. Que no ya ningún periodista, sino tampoco ningún ciudadano democrático, debería alegrarse cuando se cierra un periódico, aunque no sea de su gusto. Una sociedad sin información independiente no generará ni ciudadanos ni gobernantes responsables.

2. Que el principio de la responsabilidad personal y de grupo dentro de un diario vale más que todas las leyes y códigos obligatorios, aunque éstos puedan ser importantes. Sin espíritu de responsabilidad y de autocontrol, leyes y sanciones valdrían muy poco.

3. Que no existe la virginidad en la información, ni la inocencia completa. Pero sí la profesionalidad. Y que tanto al último redactor corno al mismo director, la solidez profesional los protegerá mejor contra la tentación de quien pretendiere manipularles.

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