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La cara B de Madrid no da tregua

El equipo de Valdano goleó sin concesiones al Valladolid

Luis Gómez

El Madrid estrenó en Valladolid su cara B obligado por las circunstancias. Y la cara B fue sinónimo de más recorrido en detrimento del repertorio. Vio el respetable a un equipo más lineal pero solvente, no muy prolífico pero exageradamente eficaz. A la media hora de partido el Valladolid firmó la rendición, preludio de lo que luego sería una goleada sin contemplaciones. No había previsto un rival tan capacitado para no ofrecer un simple resquicio, un Madrid hermético, sin fisuras, idóneo para escenarios difíciles como Valladolid: terreno duro y frío polar.Los contratiempos obligaban a Valdano a reconsiderar la estructura. Las ausencias de Laudrup, Redondo, Michel y Quique tenían un significado preciso: el Madrid perdía buena parte de su patrimonio si se entiende que busca un fútbol de toque y espectáculo. Quienes llegaban en lugar de los ausentes tenían otras características. La remodelación alcanzaba además a dos de las tres líneas del equipo. Era un encaje digno de estudio, trabajadores por estrellas, uno de esos intercambios que excitan algunos debates. Puesta en colisión esta alineación con los puntos en juego, resultó un éxito con los números en la mano.

El Madrid dibujó un partido demoledor. Apenas el Valladolid pudo establecer una vía de diálogo. Un par de minutos de tanteo y llegaba el primer golpe. Intentó restablecer la situación y mantener la calma. Resultó en vano. Pocos minutos después, Zamorano firmaba el primero de sus goles. Y enfrente, el Madrid no daba tregua: presión asfixiante sin el balón y determinación cuando restablecía la posesión. No era un equipo contemplativo, de esos que se gustan a sí mismos, no era el Madrid del toque que se elogiaba en las tribunas de prensa. Cada visita al área se solventaba con una oportunidad de gol. A la media hora, el marcador sumaba tres goles.

Frente a tanta tenacidad, el Valladolid se desplomó. El público lo entendió desde el primer momento cuando sumaba hasta 15 pases consecutivos para que sus jugadores lograran rebasar la línea de medio campo, Y una vez conquistado un palmo de terreno arreciaba la presión. Venía entonces lo peor: la pérdida del balón y una retirada desordenada tras la sombra de los delanteros madridistas. La cara B del Madrid resultó ser un equipo de mucho recorrido, capaz de sumar cuatro delanteros u ocho defensas según dictaba el incansable comportamiento de dos hombres como Amavisca y Luis Enrique capaces de jugar en un radio de acción de 80 metros. El Madrid se sirvió del efecto multiplicador de ambos: Martín Vázquez y Milla reinaron en el centro del campo con relativa comodidad. Con semejantes compañeros de viaje bastaba con someter cada jugada a una sencilla administración.

El perfil de esta nueva alineación del Madrid no dejaba lugar a dudas y consecuencia de ello fue el guión del partido. No fue un choque dúctil sino monolítico, no fue bello pero tampoco austero: el Madrid robaba balones y sumaba goles. Uno tras otro hasta cinco. Sin descanso. Sin tregua. Este Madrid de ayer era otro. Estaba decidido a terminar su trabajo sin concesiones. Y así lo hizo, de principio a fin. Ésa fue la cara B del Madrid de Valdano.

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