Las lecciones de los viejos profesores
Los veteranos del Madrid y del Atleti empatan en un partido generoso en clase
La memoria lo pasa mal en días como el de ayer. Porque se vuelve loca. Comenzó a trastornarse a los cinco minutos, cuando un señor de 55 años llamado Amancio se adueñó de la bola y comenzó a esquivar enemigos. Uno, dos, tres... Sus nuevas botas del número 39 creyeron vivir un sueño. Pero sus piernas no. Son de carne y hueso.Ni los kilos, ni mucho menos las canas, fueron capaces de evitar que en el duelo de veteranos del Madrid y del Atlético se vivieran momentos espectaculares. Hubo un cabezazo de Santillana cuya mejor definición es precisamente esa: que fue un cabezazo de Santillana. Se vieron también regates imposibles de Rubio, arrancadas raciales de Gallego, pases milimétricos de Landáburu... Marcos rompió un par de cinturas para irse por la banda y ponérsela a Quique, quien no marcaba un gol de cabeza, según algunos de sus compañeros, "desde que estaba en juveniles".
Por entonces atacaba más el Madrid, pero en el marcador mandaba un Atlético ágil y veloz, dentro de lo que cabe. Amancio se animó con el éxito de la primorosa jugada antes reseñada e intentó repetir. En vano, por supuesto. La juventud de Clemente o Ruiz impuso su insolencia. Santillana se desesperaba viendo cómo su antiguo compañero, y antiguo entrenador, intentaba driblar incluso a su carné de identidad.
Empataron los blancos porque García Cortés dejó temblando la cruceta de la portería con uno de sus inconfundibles zapatazos y Sabido, que pasaba por allí, la empujó. Tras 40 minutos de buen juego, goles, emoción y protestas -Sanjosé puso a caldo al árbitro por tragarse un claro penalti a Magdaleno-, llegó el descanso. Y nunca mejor dicho.
En la segunda parte desaparecieron del césped algunos de los históricos, como Amancio o Capón, y del palco, Mendoza y Gil, solidariamente cansados tras la carrera de 50 metros con la que obsequiaron a los asistentes. Pero no desaparecieron los detalles de buen gusto.
Como el que se inventó Santillana para que Gálvez hiciera el 2-1. Empató el Atlético por medio de Rubio, de penalti, y poco después se produjo la única lesión de tan disputado y canoso choque. Curiosamente la víctima fue el más joven de todos los jugadores, el madridista. Sánchez Candil.
La igualdad se resolvió desde el punto de penalti. Ahí el espectáculo lo puso Rubiñán, quien, tras fallar su lanzamiento, intentó emular a Hugo Sánchez. Pero su voltereta sólo consiguió estrellar espectacularmente su espalda de 45 años contra el césped. Tan torpe y divertido ejercicio puso el punto final a un partido lleno de sonrisas. Cientos de niños, muchos de ellos disminuidos psíquicos que venían de participar en una carrera popular, se hartaron de aplaudir a unos señores mayores a los que nunca vieron en un campo de fútbol. "Y esos aplauso?, explicaba Santillana, "son incluso más bonitos que los. que recibíamos cuando nos dedicábamos a esto del fútbol".
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