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Rubén Zamora: "La caída del socialismo es positiva para la izquierda latinoamericana"

Miguel Ángel Villena

Abogado y antiguo guerrillero candidato derrotado a la presidencia por una amplia coalición de la izquierda, Rubén Zamora, de 52 años, se ha convertido en una de las figuras más emblemáticas de la transición de El Salvador a la democracia. Lúcido y dialogante, Zamora participa estos días en un seminario en la Casa de América, de Madrid, sobre el proceso de paz en El Salvador. Autocrítico y visionario, señala sin dudar: "La caída del socialismo real ha sido positiva para la izquierda en toda América Latina"."En primer lugar, nos despertó de una pesadilla, de un mal sueño, y en segundo término, las revoluciones del Tercer Mundo ya no están obligadas a pagar la factura que imponían los países del bloque socialista", señala Zamora. "Cuando triunfaban nuestras revoluciones, caían en la dinámica de la guerra fría que obligaba a renunciar a nuestros modelos. Ahí tenemos el ejemplo de la Cuba de Fidel Castro".

Pero esta cura de humildad y realismo no lleva a este católico de izquierdas. a renunciar a las utopías. "Los sueños de la izquierda siguen vigentes porque la mayoría de El Salvador es pobre y sueña con acabar con su pobreza", comenta. "Pero ya no soñamos con Marx y con Lenin que significa lo mismo que sonar con la muerte. Ahora tenemos que crear nuevas propias alternativas a partir de las necesidades de los pobres". En una aguda imagen Rubén Zamora describe el panorama de América Latina: "La política y la economía caminan en trenes distintos por vías opuestas. Si llegan a chocar, perderá la política, es decir, la democracia".

En su opinión, el modelo neoliberal ha demostrado no servir en América Latina o, en cualquier caso, sus costes sociales no se pueden pagar. "La respuesta popular a esos ajustes duros pasan por el caracazo en Venezuela o la revuelta de Chiapas en México", observa.

Optimista sobre el proceso de paz en El Salvador, Zamora resalta los déficits en el cumplimiento de los acuerdos de 1992. Estas carencias se refieren al reparto de tierras a antiguos combatientes, a la reincorporación a la vida civil de soldados y guerrilleros, a la reforma judicial y a la consolidación de una policía civil separada del Ejército. "No obstante", añade, las elecciones de la primavera pasada cerraron un capítulo de 12 años de guerra que costó 70.000 muertos".

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