Navidad, instrucciones de uso
Como todos los años por estas fechas, la Navidad se acerca sigilosamente. Mientras atendemos a otras obligaciones que nos mantienen absortos en la primera quincena de, diciembre (pagar las deudas del mes anterior, encontrar pareja, poner una velita para la feliz recuperación de Michel, llorar un poco al tener que llevar el coche al taller, volverte loco intentando pillar una de esas increíbles ofertas de las compañías aéreas que luego siempre están agotadas, conseguir que el 003 de telefónica informe, despotricar por que no ha habido nieve en el superpuente, etcétera) dejamos que lentamente, sin prisa pero sin pausa, los signos navideños se cuelen a nuestro alrededor. La televisión nos anuncia (cada año es antes; a este paso, acabaremos comiendo mazapanes en agosto) que ha llegado la hora de empezar, a pensar qué juguete vamos a regalar, qué horroroso muñeco con un corazón que se ilumina nos van a pedir, por qué turrón (que luego estaremos consumiendo hasta Semana Santa) nos vamos a dejar unos cuantos duros, o con qué burbujas brindaremos hasta que no quede presente ni ausente sin ser recordado. La calle, poco a poco se engalana como puede y le dejan, modestamente, pues no están los tiempos para grandes dispendios, El Corte Inglés excluido, y la frase del mes se convierte en: "!Joder, ya estamos otra vez en Navidad! ¡Cómo pasa el tiempo, que horror!,Este año la Navidad madrileña viene como casi siempre. De entrada nos trae varias huelgas de transportes variados debajo del brazo, lo que no debe sorprender, pues es un poco más de lo mismo, concepto muy de estos tiempos. Resulta admirable la constancia de dichos colectivos, que siempre tienen una buena razón para discutir en estas fechas, y si no la tienen, la encuentran. Han de saber que la ciudadanía madrileña entiende todos sus problemas, aunque se repitan año tras año, con los mismos protagonistas, las mismas reivindicaciones, los mismos argumentos patronales y el mismo resultado: convierten los desplazamientos en una aventura infernal. Como complemento, están las movilizaciones y concentraciones pertinentes. El corazón humano se sensibiliza en extremo durante la Navidad, y no hay mejor Momento para hacerle reflexionar sobre problemas mundiales, nacionales, regionales, provinciales, locales, de barrio de edificio y hasta de escalera.
Luego nos encontraremos con los actos de solidaridad. Época de buenos deseos, ideal para olvidarnos un poco de nosotros y fijarnos en el vecino menos agraciado. Los famosos se reunirán y grabarán un vi llancico que destinará su recaudación (normalmente escasísima por razones obvias) a una causa noble. Al guna cadena de televisión se planteará volver a realizar un maratón publicitario maquillado de solidarios deseos, que les fue muy bien la otra vez, o darán una peseta por espectador que conecte con ellos en algún espectáculo, lo que les fue aún mejor. Habrá partido contra la droga, no podía faltar. En el terreno de juego, futbolistas, artistas y toreros; en la grada, puros y carajillos, pues hará frío (es que la lucha es contra las otras drogas).
Pero no todo van a ser motivos para la reflexión o la desesperación. Está también el sorteo del Gordo de Navidad. Por un día te puedes (y te dejan) mostrar realmente como eres. Avaricioso, insolidario, ambicioso. Quieres el primer premio, el de los 300 kilos, y sólo para ti. Le vendrían mejor al del 3º A, que se ha quedado sin trabajo, pero a ti te da igual, lo que quieres es el Gordo, los 300 kilos. Compras en el trabajo, no vaya a ser que les toque sólo a ellos, me muero; compras en el bar, por lo mismo; compras con la peña, por lo mismo, y al final compras sin decir a nadie, en un remoto local, para ver si te toca a ti solo, placer total. Una vez que los niños de San Ildefonso sueltan la bomba, que lógicamente no te da, recuperas la dignidad. Hombre, la verdad es que a mí no me hacía mucha falta; además, seguro que a esos pobres que hemos visto en la tele tan contentos les arregla la vida. ¿Qué iba a hacer yo con 300 kilos? Si al final es mejor que note caigan, pues sólo te traen problemas. Por cierto, voy cambiar de administración para el del Niño, que ésta no me da suerte.
Todo esto y mucho más nos deparara la Navidad en Madrid. Varios circos, barracas, churreros, flores de Pascua, Bravo Murillo iluminado, las uvas en la Puerta del Sol (esperemos que Carmen Sevilla en Tele 5), el centro colapsado; 15 horas al día, los habituales suicidios (época cruel para algunos), quizás un bando del alcalde, personajes populares brindando en las revistas, todos los niños a ver El rey león, James Steward y ¡Qué bello es vivir! en alguna cadena, las familias reunidas y alguna que otra lágrima. O sea, como todos los años. Por eso es tiempo de tradición. Y para terminar como mandan los cánones, la cabalgata de los Reyes Magos. Pero eso se merece capítulo aparte.
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