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GRANDES GOLEADAS

El suicidio de la competición

El 61-0 de España a Rusia en el Europeo de hockey socava los fundamentos del del deporte moderno

Robert Álvarez

No hay partido, no hay espectáculo, no hay deporte. Un marcador tan desequilibrado, tan sádico como el 61-0 que campeé el pasado lunes en el pabellón de de Funchal (Madeira) tras el encuentro España-Rusia correspondiente al Europeo de hockey sobre patines sería capaz de hacer recapacitar al mismísimo barón Pierre de Coubertin cuando se le ocurrió el lema que marcó una época -lo importante es participar-, pero cada vez más radicalmente opuesto al deporte actual.Para evitar la crudeza. de tamañas palizas, las distintas federaciones internacionales han pergeñado sistemas de competición que conducen a una primera criba de los equipos más débiles. Los torneos europeos de fútbol, baloncesto y balonmano, por ejemplo, recurren a la designación de cabezas de serie que no participan en las eliminatorias previas por clubes y a fases de clasificación anteriores a los mundiales o a los europeos, restringidos sólo a los mejores. Son fases en las que, a pesar de la ausencia de los equipos más potentes, no son raras las palizas. Las propias selecciones españolas de algunas modalidades en las que su nivel es más que discreto se salvan de recibir palizas de grandes proporciones gracias a que disputan mundiales B o C, como la de hockey sobre hielo, o no llegan nunca a medirse contra las grandes potencias, como la de rugby e incluso la de voleibol, que a pesar de su octavo puesto en los Juegos Olímpicos no disputa todavía la. Liga Mundial.

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"Guiness" de los récords

La goleada tal vez más recordada en España es el 12-1 a Malta, en diciembre de 1983, gracias al cual la selección de fútbol se clasificó para la fase final de la Eurocopa. No fue aquél su mejor récord. Cincuenta años antes había derrotado a Bulgaria por 13-0. Pero el mejor registro de cuantos se han dados por válidos a nivel internacional es un 17-0 de Inglaterra a Australia en Sidney en 1951. En Yugoslavia existe un precedente de proporciones monstruosas, pero que tiene su explicación y que sería inadmisible con cualquier reglamento en mano. La historia explica que en 1979 un equipo llamado Ilinden, al tener necesidad de mejorar su diferencia de goles para: ganar una promoción, de acuerdo con el árbitro y con su rival, el MIadost, ganó por 134-1.

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Sobre la firma

Robert Álvarez
Licenciado en Periodismo por la Autónoma de Barcelona, se incorporó a EL PAÍS en 1988. Anteriormente trabajó en La Hoja del Lunes, El Noticiero Universal y el diari Avui.

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