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Tribuna
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Teoría del sindicato

Me emocionan los intelectuales franceses y si además son de izquierda y defensores de los sindicatos consiguen que se me salten las lágrimas: "Estos que ves, Fabio, ¡ay dolor!, campos de soledad, mustio collado, fueron un día Itálica famosa".Los intelectuales franceses de izquierda sangran por los cinco estigmas que les produce su contemplación del calvario de mayo del 68: exhortan a las organizaciones gremiales a que piensen en los pobres del tercer mundo, a que defiendan a los pisoteados del lumpenproletariat, a que echen una mano a los descarrilados de las autopistas de la información.

Mi admirado Alain Touraine ha publicado un artículo de título revelador: "¿Puede renacer el sindicalismo?", se pregunta. Sólo podrá revivir, contesta, "si tiene el valor de no seguir identificándose con las categorías profesionales mejor protegidas y pagadas y si se plantea como prioridad, tanto en el plano nacional como internacional, la reintegración de los excluidos y de los que se ven más amenazados por el paro". Para todo ello quiere el doctor Touraine que la Confederación Internacional de Sindicatos Libres elija un presidente del Tercer Mundo.

Bellos sentimientos. Necesita el señor Touraine una teórica para poner otra vez los pies sobre la tierra. Lo peor que podría pasar a los parados, explotados y excluidos es que se organizara un sólido sindicato internacional, fuera quien fuese el que lo presidiera. También en el mundo sindical es ventajoso para el bienestar general que reine la competencia. '

La falta de competencia daña la justicia y la solidaridad del mundo de trabajo de dos maneras distintas: sufre el obrero opresión sindical cuando falta la competencia en el mercado y cuando el propio sindicato se convierte en monopolista en el mercado de trabajo.

Como digo, los sindicatos explotadores engordan precisamente en los sectores industriales en los que hay monopolio. Habrán visto mis sorprendidos lectores que en España los sindicatos son fuertes precisamente en las empresas públicas, en especial aquellas que gozan de exclusividad legal. En ese caso, el sindicato es una manera de repartir la renta que obtiene la empresa pública y monopolística de su situación privilegiada. De hecho, el dueño de tales empresas públicas, que es el público, obtiene poca renta de tales instituciones: quienes gozan de un status privilegiado son los empleados de tales empresas. Las luchas sindicales son peleas para repartirse ese pastel, sin cuidado de la rentabilidad de la empresa, puesto que se espera que el Estado, la Autonomía o el Municipio de turno corran con las pérdidas. Allí trabajan los liberados, allí se coloca a los políticos desplazados, allí entran los hijos y nietos del personal. Los paganos son los de fuera, es decir, los contribuyentes y los clientes.

También hace daño el sindicato único, en la industria, región, nación o en el mundo, como desea que ocurra el doctor Touraine. Lo natural es que un sindicato de poder concentrado defienda los ingresos y los puestos de sus afiliados y sus votantes en las elecciones de empresa. Los parados que pretenden entrar en la compañía por un salario menor o buscando producir más es un esquirol, un temporero, un "precarizado".

Los sindicatos sí pueden desempeñar un papel útil en una economía moderna, abierta y competitiva: el papel de transmisores de información entre la dirección y los trabajadores, y viceversa; de organizadores de las condiciones de trabajo y de las transformaciones de la producción.

He oído hablar a sindicalistas modernos Je grandes empresas: su primera preocupación es que los negocios marchen bien, porque de ello depende la carrera de sus afiliados. Los buenos sindicatos funcionan a su vez como empresas de trabajadores, que saben garantizar dos o tres años sin huelga a cambio de salarios por ello más altos; o ayudan a mejorar la productividad, pues de ello dependen los puestos de trabajo y la mejora de las remuneraciones.

Pero tiene que enfrentarse con la competencia: la única competencia que funciona es la total flexibilidad del mercado de trabajo. Por ejemplo, Reagan puso, a todos los controladores aéreos en la calle y luego fue recontratándolos uno a uno... y no a todos.

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