Azcárate
Derrotas y esperanzas. He aquí el título de las memorias de Manuel Azcárate, que lo fue casi todo como militante del PCE y consiguió ejercer como ex militante sin pedir perdón por haber nacido. Azcárate, como ex comunista, incumple aquel sarcasmo de Isaac: Deutscher, el gran sovietólogo postrotskista, quien veía a muchos ex comunistas obligados de por vida a conservar pedazos del antiguo ropaje, con el añadido del más extravagante vestuario expiatorio. Azcárate se hizo comunista por un hecho de conciencia en parte heredero de la tradición ética de su estirpe, la Institución Libre de Enseñanza. Podía ha ber sido un joven exiliado dorado becado en cualquier universidad del mundo y eligió ser organizador de la resistencia en la Francia ocupada por los alemanes y en la España ocupada por el franquismo. Tampoco lo tuvo fácil en el PCE cuando cualquier comunista era materia de sospecha para otro comunista, y al salir del ostracismo se subió a un nuevo partido empujado por las nuevas bases del interior que ayudaron a desestalinizar a la dirección dentro de lo que cabía. Ariete del comunismo de rostro humano, con tanto empuje que salió despedido del partido por su propio impulso, previa apertura de la puerta a cargo de Carrillo, Azcárate sobrevivió como analista de política internacional y con una dignidad ex militante diseñada por la ingeniería genética de la Institución Libre de Enseñanza. Ahora, sus memorias son indispensables para la supervivencia de la esperanza, no virtud teologal, sino virtud necesaria para creer en el futuro imperfecto; la esperanza que pedía Bloch. Memorias indispensables también para conocer aspectos fundamentales de la historia de España y del PCE. Ese dramático, contradictorio partido tan empeñado en devorarse a sí mismo , engordando con restos de su autofagia a tanto gandul, a tanto mirón de la historia.
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