El triunfo de y los apátridas
Olazábal y Ballesteros apoyan la creación de un circuito mundial de golf que anule al europeo y al norteamericano
Hasta hace nada, como quien dice, el golf tenía dos patrias: el Reino Unido -cuna del deporte y recipendario de sus esencias más tradicionales- y Estados Unidos, el lugar donde el pasatiempo de golpear a una pelota empezó a convertirse en una gran fenómeno económico y de masas.Fruto de esa doble paternidad nacieron los dos principales circuitos anuales en los que se hacían millonarios unos cuantos jugadores. En un principio, cada circuito era un coto cerrado para los nacidos en Estados Unidos y en las Islas británicas. Los forasteros que quisieran incluirse tenían que, asimilarse y adquirir la condición de apátridas. Con el tiempo, y el empuje creciente de los jugadores no británicos que empezaban a ganar torneos, surgió el circuito europeo, con ramificaciones en Asia y África, pero en lo sustancial todos lo tenían claro: los circuitos creados por las asociaciones de jugadores (PGAs), y merced a la lluvia de dólares y libras esterlinas con que los regaron los patrocinadores, generaron su propia superestructura burocrática, que alejaba de los propios jugadores las grandes decisiones monetarias. Las grandes agencias de representación pasaron a controlar por igual torneos y jugadores y la vital televisión tenía que negociar con un colectivo, no con torneos individuales, exceptuados los grandes -Masters y Opens-, que se autoabastecían El negocio parecía cerrado, perfecto. Pero siempre quedaba latente la amenaza de la competencia. Dormida uno años, esta pasada semana se ha despertado con un rugido.
Si triunfa la arriesgada apuesta del australiano Greg Norman, segundo mejor jugador mundial, casado para la ocasión con la cadena Fox de televisión -el último invento millonario de Rupert Murdoch-, los tradicionales circuitos norteamericano y europeo tienen motivos para pensar que su monopolio se ha acabado. La idea es sencilla: un patrocinio de 25 millones de dólares financiará un selecto circuito mundial: sólo ocho torneos -frente a los 40 cada uno que mueven los circuitos de las PGAs- al que sólo tendrán acceso los 30 mejores jugadores mundiales, más 10 invitados locales en cada evento. Cuatro torneos se jugarán en Estados Unidos y uno en Japón, Canadá, Escocia y España.
La idea lo tiene todo para dar dolor de cabeza a los tradicionales: dinero -más de tres millones de dólares (unos 400 millones de pesetas) por torneo-, retransmisiones televisivas garantizadas por un mínimo de 10 años y jugadores.
Los primeros en apoyar a Norman, que se ha movido con cautela las últimas semanas, celebrando reuniones con los compañeros más susceptibles de acompañarle en la aventura, han sido el número uno mundial, el zimbabués Nick Price, y dos de los golfistas más atractivos para el público: los españoles Severiano Ballesteros y José María Olazábal.
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