ABUELO, MILITAR Y CURA
Apellidándose como se apellida, lo raro es que la vocación religiosa no le hubiese asaltado antes. Pero Benito Santos Santórum, nacido hace 76 años frente a la ría de Arosa, en Cambados (Pontevedra), escogió la carrera de las armas. Se jubiló cómo comandante del Ejército de Tierra, y en 1988 la súbita muerte de su esposa le hizo replantearse la vicia. El próximo día 19 será ordenado diácono y en febrero espera poder bautizar a su décimo nieto. Asiduo colaborador de la prensa compostelana, Benito Santos dice que como militar tuvo "los destinos más duros". Aunque se formó en el férreo ambiente del Ejército africano durante la posguerra, presume de que nunca utilizó el calabozo para castigar a sus subordinados. Siente nostalgia de esa época porque no le gusta "el libertinaje ni esta sociedad que se ha convertido más bien en suciedad". "Yo nunca vi la dictadura por ninguna parte. Antes por lo menos había más educación", se apresura a declarar. Su entrega al sacerdocio es el resultado de una "vocación de servicio". Santos Santórum siempre fue religioso, pero la idea no maduró, hasta que se quedó viudo, y tras muchas cavilaciones, decidió matricularse en el Instituto Teológico Compostelano. Ya llevaba tres años intentando ordenarse en Santiago, pero afirma que desde el arzobispado le han puesto "muchas zancadillas" sin explicar las razones esa actitud. Ante el escaso entusiasmo que halló entre la curia de la ciudad gallega entró en contacto con el obispado de Cuenca, cuyo titular es el conservador José Guerra Campos, y allí ha encontrado su destino. A las once de la mañana del día 19, en la capilla de su seminario conciliar, será ordenado diácono ante la mirada de sus cinco hijos y el resto de la familia. Se quedará en Cuenca para prestar servicio en el centro religioso de San Clemente. "Hay que mantener siempre el vitalismo", comenta el futuro sacerdote. "Tirar para delante, aunque la vida te dé batacazos. Yo odio esa expresión de la tercera edad, porque se puede ser viejo y mantener el espíritu joven. Me hago sacerdote para servir a los demás, no para ser un funcionario. Quiero llorar con los que lloran y reír con los que ríen". Reconoce que el suyo "no es un caso normal", pese a que ni sus hijos se extrañaron de que tomase esa decisión. "Todos los individuos", reflexiona, "somos un misterio podría llevar ahora mismo una vidorra sin meterme en este berenjenal. Pero Dios se vale de muchas cosas para atraernos hacia Él".- XOSÉ HERMIDA
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