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La muerte del galgo

La mítica compañía de autobuses Greyhound no puede evitar la bancarrota

Going, going, gone dicen los norteamericanos cuando una cosa se desvanece para siempre. Grey, grey, greyhound podría ser el título de la última película sobre la línea de autobuses más populares en Estados Unidos, protagonista a su vez de incontables planos en decenas de filmes norteamericanos.Los greyhound, galgo gris, no han podido evitar la quiebra tras media docena de tentativas salvadoras. Los acreedores corren ahora tras el fatigado emblema canino para repartirse sus viejos restos.

Desde los años ochenta, con la desregularización de las líneas aéreas y el descenso en el precio de los carburantes, Greyhound no ha cesado de padecer. Ni el recorte hasta un 25% de los salarios en los conductores fue suficiente. Más bien la huelga que provocó el anuncio de nuevas rebajas en los sueldos y la sustitución de los empleados subversivos dio lugar a acciones violentas, con disparos de pistola incluidos, contra las carrocerías y las ventanillas. Los pasajeros continuaron despidiéndose de una aventura tan peligrosa.

Como en Midnight run o en Cowboy de medianoche, los únicos que han seguido arriesgándose en los asientos han sido un público desheredado o la juventud sin un duro.

El último plan informatizando la reserva de billetes fue un fracaso, debido a las cómicas equivocaciones de los ordenadores. Sus últimas ofertas de hasta 99 dólares (13.000 pesetas aproximadamente) para viajar sin límite, bajando y subiendo, de este a oeste del país, han llegado demasiado tarde o han sido demasiado baratas. Tres cambios de nombre social y dos de propiedad tampoco han encontrado el remedio.

La línea, obsoleta, demasiado vasta, parecía condenada a muerte desde finales de los años sesenta, cuando un 25% de la población norteamericana poseía dos automóviles o más, y ya muerta con los ajetreos de gestión y los propios ajetreos de sus asientos. Estaciones sucias, vehículos anticuados, empleados de mal humor. Sólo la clase baja, incapaz de costearse otro transporte, ha seguido siendo obligadamente fiel.

Ella y Tom Cruise, cuando al final de Nacido el 4 de julio se dirige a visitar a la familia del compañero a quien dio muerte por error. No sería el caso de Steve Martin y John Candy en Plaine, trains and automobiles, que toman el grey hound presionados por las circunstancias y sólo con el fin de acabar con las desdichas que les impiden llegar a casa el Día de Acción de Gracias.

En noviembre también, cerca del Día de Acción de Gracias de 1994 se anuncia ahora la económica desgracia de uno de los signos reales o cinematográficos -que en Estados Unidos lo mismo da- de la escena norteamericana.

Con Greyhound se esfuma una comunicación que dejará aún más aisladas y desvalidas a las familias pobres, se cierra también el mito con el que los antiguos universitarios se disponían a atravesar EE UU, desde Chicago hasta Los Ángeles o, como el mismo Kerouac, por la 66 hasta Denver.

Los años cuarenta y cincuenta fueron los de mayor esplendor de la compañía. Lowry diseñó su perro plateado en los mismos tiempos que se inventaba el paquete de Lucky Strike con el anverso y el reverso tomando el mismo foco del cigarrillo.

Por entonces, no sólo la clase media fumaba mucho y estaba todavía en trance de hacerse con un Ford o un Chevy que reemplazara el autobús, las autopistas estrenaban su amplitud y longitud fascinantes. Trail- ways es la sociedad de autobuses que gana ahora la primera plaza de popularidad, pero pocas comparaciones son posibles ante la Greyhound, que estaba para cumplir 80 años.

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