Adiós a una época
Se retiran en masa los ciclistas que marcaron la década de los ochenta
Doscientos dos años de profesionalismo han dicho adiós esta temporada. Dieciséis corredores de primer orden han colgado la bicicleta. Ganadores de cinco Vueltas, un Giro, cuatro Tours, tres mundiales e incontables clásicas se han retirado. Es la muerte oficial de una generación, de un tipo de ciclismo, que ha concedido el decanato, el peso de cargar con las nuevas formas, a aquellos que empiezan a doblar los 30 años, a los hombres de Miguel Induráin. Los hijos se han hecho padres. El palmarés se ha quedado huérfano: sólo queda vivo un ganador de Tour (Mi-, guel Induráin), dos de Vuelta (Melcior Mauri y Tony Rominger) y cuatro de Giro (Andrew Hampsten, Gianni Bugno, Induráin y Yevgueni Berzin). El año 1994 ha sido cataclismático."Hay un momento en que alguien se tiene que ir. La vida es una cadena y nadie es insustituible", cuenta Javier Mínguez, uno de los directores que ha conocido el ciclismo de antes y que se ha renovado. "Hasta Induráin se tendrá que ir. Durará hasta el 98".
"Ha sido un paso de página importante", dice más moderadamente José Miguel Echávarri, director del Banesto. "Es la acción de la ley de vida y de una coincidencia: unos se han retirado porque físicamente no daban más de sí, y otros por cansancio psicológico". La retirada este otoño de -por orden alfabético-: Raúl Alcalá, Phil Anderson, Moreno Argentin, Eric Caritoux, Franco Chioccioli, Thierry Claveyrolat, Pedro Delgado, Iñáki Gastón, Marco Giovannetti, Julián Gorospe, Sean Kelly, Bruno Leali, Greg Lemond, Marc Madiot, Charles Mottet y Pello Ruiz Cabestany, con 12 años de media de profesionalismo cada uno, es la mayor desbandada de talentos que ha conocido el ciclismo moderno. Aparte de coincidencias, es también un hecho simbólico -el fin de una edad de oro de un tipo de ciclismo- y sintomático: certifica de manera más gráfica que cualquiera el reinado de Miguel Induráin. "Quien marca la época es Miguel", dice Echávarri. "La persona que ha puesto al ciclismo en su sitio, lejos del tradicional y alocado, que ha mostrado el valor de ser más cerebral y calculador". Se acabó la épica.
Cuando se retiró Laurent Fignon, en 1993, dejó escrito en su testamento el certificado de defunción del ciclismo valiente, agresivo y arriesgado. "Induráin reina porque nadie se atreve a desafiarle", dijo. "El ciclismo de ahora ha perdido la vitalidad". "¡Quiá!", responde Mínguez. "Ha cambiado la forma del ciclismo, sí, pero porque cada vez hay más igualdad. Los ciclistas son atletas más fuertes, con mejores cuerpos y maduran más jóvenes. Y el ciclismo no deja de ser espectacular, se consiguen medias altas y se quedan menos corredores. Así, se guarda más la incertidumbre. Hay un nivel más competitivo, pero todavía hay momentos de gran ciclismo competitivo, como este año la etapa del Mortirolo, en el Giro". O sea, que hay que cambiar la forma de catarlo, hay que buscar otros aromas en las carreras. "El ciclismo moderno hay que interpretarlo de otra forma. Es el paso del Jesulín al Ponce", añade Echávarri.
Hombre puente
Para Fignon, tras él, el abismo. Para otros, una transición. Un caso es el de Pedro Delgado. "Es el hombre que ha hecho de puente entre dos tipos de ciclismo", dice Echávarri. "Delgado tenía de los otros su fuerza en la montaña, su carácter de escalador; pero de los nuevos ya anunciabala necesidad de tener la cabeza en su sitio, el saber leer las carreras, el saber esperar y estudiar las etapas". Un hombre que en el ciclismo actual aún sería capaz de ganar el Tour. "Fue el punto intermedio entre los Hinault, Lemond y Fignon, prototipos del uso de la fuerza, e Induráin". Un hueco que aún no ha sido rellenado y que podría ser ocupado por el enigma Berzin.
Los que no lo llenarán son Marco Pantani y Richard Virenque, los jóvenes que enarbolan la bandera del arrojo, de la panaché, que dicen los franceses. Dos corredores que animarán las carreras en las que participen, pero que tienen casi imposible ganar un Tour. Son los que se apartan del prototipo imperante ahora, del marcado por las características de Induráin. "Lo que determina ahora las carreras largas es las contrarreloj", termina Mínguez. "Ya no hay hueco para las escapadas: cada vez se corre más deprisa y es imposible dejar al pelotón. Y los escaladores que son capaces de romper en montaña lo tienen crudo en el resto"
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