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"Juego por amor al juego"

Carlos Arribas

El año 1994 ha sido simbólico para el golf español. Severiano Ballesteros ya no tiene que soportar en solitario el peso de mantener la ilusión colectiva. "Mis relaciones con Seve no han cambiado después del Masters. Nos apreciamos y respetamos mucho", dice Olazábal.

Pregunta. Pero usted es más callado. A Ballesteros le gusta expresar su opinión,

Respuesta. El golf profesional es como el mundo empresarial. Seve piensa que debe airear los problemas y las soluciones que él ve. Yo pienso que es mejor negociar desde dentro.

P. ¿Qué ha cambiado en este año?

R. Desde la victoria en Augusta salgo a jugar con otra filosofía. Por así decirlo, mi carácter se ha estabilizado. Antes me sentía presionado por las exigencias externas, que se sumaban a mi propio nivel de autoexigencia. Y eso se veía en que me enfadaba mucho más jugando y perdía la concentración. Todavía me enfado, pero ya sé controlarme. Desde entonces, desde esa victoria, ya sé que sólo Yo puedo exigirme. Ya sé lo que puedo hacer.

P. ¿Qué puede hacer?

R. Estar entre los grandes.

P. ¿Y ser el número uno?

R. Creo que no hay un número uno claro. Que hay un ranking mundial, pero que no es más que el menos malo de los sistemas para dilucidarlo. Aunque este año coincida como número uno del ranking la persona que todos consideramos el mejor esta temporada, Nick Price.

P. Pero ¿aspira a ser el número uno en el ranking?

R. Me gustaría, pero no es algo que me obsesione.

P. ¿Por eso tentó la posibilidad de pasar a jugar el circuito americano?

R. El inicio y el final del circuito europeo no me parecen coherentes. El inicio, porque se juega en tres continentes [Europa, África y Asia], y el final, porque en octubre hay dos semanas de hueco. Por otra parte, en Estados Unidos los campos, la organización y la competición son mucho más duros.

P. ¿Qué busca en el golf?

R. Yo juego por amor al juego. Me gusta jugar al golf, y desde hace mucho tiempo. Desde que tenía 12 años sabía que quería ser jugador profesional. Y cuando era amateur me iba por las noches, cuando mis compañeros se quedaban tomando una copa, al campo de prácticas de putt a seguir entrenándome. Como los maletillas a la luz de la luna.

P. Siempre pensando en más.

R. Todo es un desafío constante. He tenido un año excepcionalmente bueno y he puesto el listón muy alto.

P. También buscará el prestigio, el dinero, la popularidad...

R. El prestigio, sí; el dinero, el justo; la popularidad es una carga.

P. Explíquese.

R. El factor económico es uno de los últimos que valoro a la hora de decidirme a jugar un torneo. El primero es el campo, después el estado del campo, luego los rivales, contra quién voy a jugar, y después ya mido los premios que dan. Quiero preocuparme de ganar sólo lo que necesito para vivir como quiero. Y lo de la popularidad... Bueno, creo que no estoy reconocido lo suficiente en España, pero lo mismo ha pasado con Severiano y otros deportistas. En este país se cumple bastante bien eso de que no se puede ser profeta en tu tierra.

P. Este año los cuatro grandes -el Masters de Augusta, el Open Británico, el de Estados Unidos y la PGA- han sido ganados por jugadores que nunca habían ganado un grande. ¿Cree que eso significa algo?

R. Y los cuatro que llegamos a semifinales del Matchplay de Wentworth teníamos 31, 30, 28 y 24 años, en lugar de los habituales jugadores de treinta y bastantes. Creo que más que producirse un relevo se está dando una integración de los jóvenes entre los establecidos.

P. Hay voces que dicen que su juego es menos espectacular, más mecánico.

R. Creo que eso no es así, por lo menos en mi caso. Por ejemplo, durante el Masters di varios golpes espectaculares. Y lo mismo Ernie Els, que tiene un drive terrorífico. Lo que pasa es que parecemos más aburridos porque fallamos menos. Y los golpes más bonitos, los que más gustan a la gente, son los de recuperación. Somos una generación de jovenes -Mickelson, Els, Montgomerie, yo mismo- quizá mucho más técnica, pero también con manos de artista cuando las necesitamos.

P. Usted tiene fama de perfeccionista. Por ejemplo, fue muy sonado su gasto en el Open Británico en busca del driver perfecto.

R. Pero no se trata de un capricho. Los hierros no me preocupan, pero desde amateur estoy a la busca del driver perfecto. Y para eso tengo que buscar entre los que se fabricaban en los años cincuenta, esos de madera de caqui superseca, que daba una densidad muy uniforme, ideales para los mejores efectos.

P. Últimamente se habla casi más de los gurus, de los técnicos milagro. ¿Usted sigue a alguno?

R. Mi entrenador soy yo mismo. Pero hay un veterano inglés, John Jacobs, que me conoce desde los 13 años. Y ha estado siguiendo la evolución de mi swing. Me dio algunos consejos. Los seguí, pero no mejoraba para nada. Le dije que hacía lo que me había aconsejado, pero que no me valía de nada. Me vio y me dijo que no le había entendido nada, que hacía lo contrario. Trabajó conmigo media hora y sí que mejoré.

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

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