Drogas
Algunos viven pendientes de que alguien tire de la manta por ver si eso rompe la rutina de sus vidas Ya que han descubierto la improbabilidad de que les toque la Bonoloto, la Primitiva o el cupón de los ciegos, esperan ciegamente el espectáculo de que alguien tire de la manta y se produzca una catástrofe. Lo que pasa es que nadie tira de la manta, lo cual, para un temperamento administrativo como el de este país, resulta exasperante. Y no es que no pasen cosas, porque aburridos realmente no estamos, pero las cosas que pasan crean adicción y la sangre va pidiendo mayor dosis de cosa. Hace unos meses, nada más nos habríamos conformado con que pillaran al director general de la Guardia Civil esnifando coca en calzoncillos, o con que el ex gobernador del Banco de España tartamudeara, humillado, frente a todo el país a través de la televisión. Pero una vez que uno se ha metido un poco de catástrofe en vena está perdido: la sangre quiere más catástrofe, vive uno para la catástrofe. El drogadicto se despierta con la garganta seca y va corriendo al quiosco para ver si en la primera página de los periódicos hay algo que meterse al cuerpo . Bueno, hemos logrado ver a Conde con el disfraz de honorís causa hecho un trapo, y a De la Rosa devorando un bocadillo en una jaula, mientras el secretario de la UGT nos aconsejaba invertir en planes de jubilación.
Pero todo eso ya no nos hace efecto. Ahora anuncian un estupefaciente nuevo llamado tirar de la manta, que, por lo visto, hace volar. Yo creo que el tirar de la manta es falso, como todas las drogas que prometen paraísos absolutos. No se puede retirar la manta, entre otras cosas, porque la manta es la realidad, el paisaje, y el paisaje sólo se cae en los dibujos de la Pantera Rosa. Sólo que De la Rosa es un tiburón.
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