Soflama revolucionaria
Durante muchos años, el fútbol ha vivido prisionero de sus latiguillos. El axioma de Kubala Chicos, bien moral, alta; enemigo, difícil aún forma parte de la biblia de los entrenadores. En el libro de estilo de los comentaristas también han rendido lo suyo la nube de fotógrafos, la cepa del poste, perita en dulce, lamiendo el larguero, comer el turrón y a lo largo y a lo ancho. No puede decirse que el caudal de tópicos se haya renovado mucho: sólo las espadas en alto, que empezaron siendo un deliberado simil guerrero, se han convertido en una falsa alegoría taurina: ahora se suele decir "las espadas, en todo lo alto".Hay poco que reprochar a quienes acostumbran a tirar de frase hecha para interpretar los episodios del juego. Como bien se sabe, pensar da una fatiguita extraordinaria.
Kubala.
Sin embargo, en España está en juego el mejor campeonato del mundo, por encima del italiano, el inglés, el alemán, incluso del francés, y el que venga detrás, que arree. Cuando tenemos el privilegio de admirar a los mejores jugadores del momento dirigidos por los mejores entrenadores de la época -y el que se pique, ajos comerá- conviene acabar con una de las entelequias que más daño le han hecho, sin duda como efecto rinal de la especulación del suelo, tan propia de directivos y otros cofrades, satélites y archimandritas. Hablamos del afán por comparar un equipo de fútbol con la nómina de una empresa de construcción.
Bajo este supuesto urbanístico, hemos oído decir que todo equipo de fútbol que se precie debe tener arquitectos y obreros, peones y capataces, aprendices y maestros de obras. Por alguna explicable reminiscencia, cuando en las escuelas de entrenadores se recomienda una línea media de cuatro, con dos centrocampistas: de creación y dos de recuperación, se hace el caldo gordo al especulador inmobiliario. Por la Puerta de la Recuperación se nos ha infiltrado toda clase de zancarrones, corsarios, ganapanes, quebrantahuesos, recomendados, zoquetes, tránsfugas y demás jauría luchadora. No debemos aguantar este sofisma cuartelero ni un minuto más. Abajo con la cascotería. Ya está bien.
Con esta fecha, quede dicho que el ideal de un equipo de fútbol no es una cuadrilla, sino una orquesta. Quede dicho también que en ésta todos deben atacar y todos deben defender. Armónicamente, por supuesto. Sólo es preciso establecer una condición inexcusable: aquí, el instrumento es la pelota.
Quede clara, pues, la proclama académica final: el que no sepa tocarla, que vuelva en septiembre.
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