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OCTAVA JORNADA DE LIGA

El Atlético, en estado de alarma

El Celta se impuso al equipo rojiblanco, preso de la confusión y el desánimo

El Atlético sigue sin levantar cabeza. Vigo volvió a ser una plaza inexpugnable para un equipo que cuenta sus salidas con derrotas. El Atlético de Maturana comienza a parecerse peligrosamente al que el año pasado tuvo que luchar hasta el último suspiro para evitar la promoción. Lejos de la buena imagen ofrecida en el Camp Nou, los rojiblancos volvieron a ser un equipo triste que da la impresión de no tener suerte, pero tampoco poner mucho empeño en buscarla. Por si los males fuesen pocos la puntilla del partido la volvió a poner Losada, una de las bestias negras de Gil.El Atlético volvió a padecer los problemas habituales ante un rival teóricamente inferior. Los hombres de Maturana parecen mas preparados para hacer frente a los grandes equipos que para batirse el cobre en campos tan complicados como Balaídos. Ayer, el Atlético volvió a buscarse problemas nada más comenzar el partido y luego ya no supo resolverlos. En sólo 15 minutos Losada puso en ventaja a su equipo. El Celta no había hecho grandes cosas hasta ese momento, pero supo aprovechar su ocasión y de paso resucitar los viejos fantasmas del Atlético. Losada volvía a ser el verdugo de su ex equipo, al que ya hizo un roto la pasada temporada. Diez minutos después el delantero abandonaba el campo lesionado, pero con el regusto de la venganza en los labios.

Con el gol las dudas del Atlético crecieron. Volvía a aparecer el equipo fantasmagórico de los partidos que se le presentan complicados. El Celta tenía a su rival donde quería y echó el cerrojo sobre el área de Villanueva. El Atlético tenía ante sí la asignatura más difícil, la que distingue a los grandes equipos de los demás: superar un marcador en contra contra un rival inferior. Como sucede casi siempre el Atlético volvió a suspender.

El Celta se comportó como el peor rival con el que se podía encontrar la apatía de los madrileños. El sistema táctico de Aimar, basado en la disciplina espartana de sus hombres, es especialmente eficaz cuando su equipo se coloca con ventaja. El único lujo que se permite el Celta es Ratkovic. El balcánico volvió a demostrar que su clase marca la diferencia en un equipo que no anda sobrado de ella. De sus botas partieron las mejores ocasiones para el Celta. No deja de ser significativo que las dos únicas derrotas de su equipo hayan coincidido con su sanción.

Tras el descanso, Maturana decidió jugársela con la salida de Dobrovolski y Manolo. El Atlético volvió a gozar de más posesión del balón, pero seguía sin crear peligro. El 2-0 parecía mucho más cercano que el empate, porque el Celta encadenaba contraataques que ponían en evidencia a la defensa de Maturana. El Atlético, fiel a su historial, estaba en manos de una especie de ruleta rusa que no auguraba un buen final. En los últimos minutos la fuerza de la desesperación le permitió acorralar al Celta, pero lo único que logró fue tina respuesta más peligrosa de los delanteros célticos. Sólo su falta de puntería les impidió alcanzar una victoria más amplia.

El partido no dejó ni siquiera una moraleja aleccionadora para el Atlético. Sus males tienen difícil arreglo. Hasta Caminero, ayer perdido, parece haberse contagiado de la tristeza del equipo. Al Atlético le cuesta realizar tres pases seguidos y dar una idea homogénea. Falta pegamento. La inusual paciencia de Gil amenaza con agotarse.

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