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Rominger amenaza a Induráin

El ciclista suizo ataca sin público y en penumbra el récord de la hora en Burdeos

Carlos Arribas

Él lo llama una experiencia, un salto hacia lo desconocido, pero Tony Rominger sabe que cuando se habla de récord de la hora -la prueba definitiva de la capacidad de un ciclista- se habla de algo con lo que no se juega. Y más desde que el poseedor del primado se llama Miguel Induráin, el archienemigo del corredor suizo en las pruebas por etapas.Los 53,040 kilómetros logrados por Miguel Induráin en el velódromo de madera camerunesa de Burdeos, hace ahora justamente 50 días, corren peligro de ser fulminado. Un peligro que apenas podrá verse: las luces del velódromo estarán apagadas para evitar que aumente la humedad y las 214 vueltas a la cuerda de 2.50 metros sólo estarán iluminadas por la luz casi crepuscular de las tres de la tarde. Sólo se oirá el roce de los tubulares sobre la madera. Todo eso después de sólo cuatro días, seis horas pedaleando a piñón fijo, apenas 210 kilómetros recorridos. Un récord sí que tiene ya Rominger: el de la velocidad en preparar el asalto.

El médico Michele Ferrari sentado ante una mesa de formica y anotando tiempos de paso. El resto del equipo, distendido en la pelousse del velódromo o al borde de la pista. Abraham Olano, el ciclista de su equipo que ha enseñado a Rominger, de 33 años, a andar a piñón fijo, bromeando con los pequeños hijos del suizo. Y dando vueltas -una hora, a una media baja, de 1.20 minutos por kilómetro-, sólo para calentar las piernas, sin apenas salirse de la línea negra que marca la trayectoria ideal, un desarrollo suave -57 por 16, 7,40 metros por pedalada-, Rominger como una mula alrededor de la noria. Es la rutina de la pista, una repetición de gestos que acaba con el cuerpo casi dormido por no poder cambiar de posición.

En la semioscuridad de velódromo de Burdeos se respiraba ayer un ambiente lejano a la crispación y a los nervios que se supone en las horas previas a un asalto serio. "Lo de mañana no nos preocupa en exceso", dice con semblante serio Juan Fernández, el técnico del Mapei. "Lo importante será dentro de un mes en la altura de México o Quito".

Pero no puede evitar ponerse pensativo y a la defensiva cuando se le recuerda que el récord lo tiene Induráin y que el fallido pretendiente a su trono se juega mucho anunciando a bombo y platillo el asalto. "Claro", reconoce Fernández, "si no pasa de 51 o 52 por hora, sería catastrófico y se pararía a la media hora. Pero, ¿y si lo bate? ¿qué cara se les quedaría a muchos?".

En ese juego, Rominger no entra. Saca a relucir su cara educada y tímida. "Esto no es más que un experimento", repite. "Todo viene a raíz de que el miércoles rodé media hora a tiempos de récord, pero no sé si soy capaz de rodar 30 minutos más después de rodar 30 a fondo. Lo importante será saber mantener la concentración en los momentos finales, pero si continúo como en los primeros 30 que hice el miércoles, seguro que lo bato. Para mí es todo nuevo". Y luego, enseguida, su orgullo. "Y si lo bato con la preparación que he tenido, rompería unos cuantos esquemas".

El cerebro de la operación, el controvertido médico italiano Ferrari, el hombre que quiere que todo se haga en penumbra, puede presumir de saber de qué habla. Por lo menos por experiencia: participó en siete de los intentos -cinco de ellos exitosos- de Francesco Moser por el récord de la hora hará 10 años. Sigue aplicando el test Conconi para medir la capacidad del atleta y, basado en esos datos, para él incontestables, decidió someter a Rominger a la presión del récord.

E igual de incontestable es su aportación a esta especie de antirevolución. "El récord lo tiene en las piernas cualquier corredor veloz. Y la cuestión de la velocidad no es más que el resultado de una ecuación entre potencia y rapidez al mover las piernas". Claro que en ciclismo, además de las piernas interviene la cabeza.

El acero de Moscú

"Pero por qué dices que la bicicleta que utilizará Rominger es primitiva. Si logra batir hoy el récord con ella, cuál sería la revolucionaria, ¿la Espada o ésta?". Y Ernesto Colnago se enfada.El intento de Rominger será algo así como la contrarreforma en la carrera tecnológica, que ha convertido la consecución del récord de la hora casi en un asunto de científicos e ingenieros, olvidando en algunos casos las piernas de los ciclistas y la cabeza de los artesanos. "Construir una bicicleta no es asunto de ingenieros, sino de cabeza y amor por las cosas bien hechas", dice Colnago, el' constructor de la bicicleta que usará hoy Rominger.

"Como me dieron sólo 12 días para fabricarla, busqué materiales en mi taller y encontré unos restos de tubo de acero perfilado que me sobraron de cuando construí las bicicletas del equipo soviético de pista para los Juegos de 1980. Y los soldé según las medidas que usa Rominger en las contrarreloj de carretera. Y así le hecho la bicicleta", cuenta Colnago.

El modelo que usará hoy Rominger es de la talla 54, tres tubos soldados, un peso de 6,5 kilos, una rueda delantera con un diámetro de 650 milímetros, y 700 para la trasera, unas bielas de 172,5 milímetros, unos tubulares de 19 milímetros con una presión de hinchado de 11 atmósferas, un desarrollo de 59 por 14, o sea, 8,80 metros por pedalada -el mismo que Induráin, "porque es con el que voy más rápido", admite Rominger-, y si estuviera en el mercado valdría 500.000 pesetas.

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

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