El Ejército voluntario
Junto a la dificultad económica, los altos cargos de la Administración esgrimen la imposibilidad demográfica como argumento final e insuperable para la transformación del sistema de reclutamiento forzoso para el personal de tropa de los ejércitos en exclusivamente voluntario. Se nos dice que para el año 2000 y posteriores, debido al descenso de la natalidad, simplemente no se podría contar con el mínimo de alistamientos necesarios para sostener una tropa de ese tipo.En un artículo de prensa (EL PAÍS, 26 de abril de 199l), Augusto Borderas Gaztambide, en su condición de portavoz del Grupo Socialista en la Comisión de Defensa del Senado, estimaba que para fines de siglo el colectivo anual de jóvenes en edad militar será de unos 210.000 (varones), lo cual "significaría que para tener un adscripción anual de 70.000 soldados se necesitaría que uno de cada tres jóvenes tendría que ir voluntariamente a las Fuerzas Armadas". Y concluye: "Esta adscripción es absolutamente inviable". De un modo más vago plantea el mismo argumento Laureano García, director general del Servicio Militar (EL PAíS, 7 de abril de 1994). Laureano García nos advierte que, debido a la caída de la tasa de natalidad, "dentro de 10 o 12 años necesitaríamos que uno de cada seis o siete españoles en edad militar optase libremente por ser soldado profesional". Y señala que para que el sistema funcionase habría que calcular un promedio de cinco años de estancia, lo que equivaldría a remover una quinta parte cada año. Es decir, incorporar a 25.000 nuevos soldados profesionales por año. El ministro de Defensa, por su parte, se preguntaba en la sesión de clausura del curso sobre el futuro de los ejércitos en El Escorial (cursos de la Universidad Complutense 1994): "¿Quéjóvenes, uno de cada cinco en el año 2000 y uno de cada cuatro en el 2006, querrán ser soldados profesionales, en competencia con las Fuerzas de Seguridad nacionales, autonómicas o locales y con la economía privada?". Y Juan Arévalo Arias, secretario de Estado de Administración Militar, en un reciente artículo (Economía, demografía Fuerzas Armadas, EL PAÍS, 3 de septiembre de 1994), incide en la misma idea señalando que un ejército exclusivamente voluntario no parece "compatible con la demografía española" porque "la regresividad del modelo poblacional español determina que en el año 2000 sólo 125.000 personas de 18 años serán efectivamente incorporables a las Fuerzas Armadas", y con un flujo de personal que Arévalo estima del 20% anual, para poder mantener el contingente de tropa necesario se tendrían que alistar voluntariamente cada año una quinta parte de los jóvenes que cumplieran 18 años, lo cual le parece inviable.
Valgan estas citas como representativas del modo en que se ha venido articulando el argumento demográfico. Lo evidentemente demagógico de tales argumentaciones es la absurda presunción de que bajo un sistema de reclutamiento voluntario se reclutaría únicamente a hombres de 18 años de edad, que es la edad inicial de incorporación a filas bajo el sistema actual. Se juega, además, con la idea de un movimiento anual de personal d6proporciones disparatadas. En otras palabras, se intenta aplicar los parámetros que rigen el reclutamiento forzoso a lo que sería un sistema radicalmente diferente de obtención de personal. El hecho es que para una tropa voluntaria, lo mismo que para otros cuerpos de seguridad como la Policía Nacional o la Guardia Civil, se recluta de una amplia gama de edades (la Guardia Civil y la Policía Nacional, por ejemplo, reclutan individuos de edades comprendidas entre los 18 y los 30 años). Y dependiendo de las condiciones salariales y de las posibilidades de promoción, se podría lograr un nivel óptimo de retención. La Guardia Civil es un excelente ejemplo.
Según las más recientes proyecciones de población, para el año 2000 habrá 3.120.163 hombres entre 18 y 27 años de edad (*) (edades que incluye el reclutamiento actual). De éstos, se necesitaría conseguir 130.000 alistamientos. Y ello en el impensable caso de que no hubiera periodo de transición y se contratara a todos los soldados voluntarios de golpe. Aun en ese absurdo supuesto, el contingente necesario supondría un 4,7% de ese sector de población, es decir, aproximadamente uno de cada 25 hombres de esas edades. Si ampliamos el sector reclutable hasta los 30 años, el porcentaje se reduce al 3,17%.
La realidad es que, con una transición medianamente planificada, ningún año se renovaría más que un pequeño porcentaje de la tropa. Y hay que señalar aquí que el movimiento de personal estará en relación directa con el grado de aplicación de las tres condiciones para la transformación del reclutamiento forzoso en voluntario: oferta salarial competitiva, posibilidades abiertas de promoción y trato profesional. Cuanto más se limiten estas condiciones, mayor será el movimiento de personal y más dificil será la transición de uno a otro tipo de ejército. Laureano García y Juan Arévalo sitúan este movimiento anual en unos 25.000 hombres (una cifra a todas luces excesiva si se compara con el movimiento de personal en otros cuerpos profesionales de seguridad del Estado, como la Guardia Civil). Pero incluso en ese supuesto nos encontramos con que sólo se necesitaría el alistamiento de 0,80% de hombres de edades entre 18 y 27 años, o el 0,60% si incluimos hasta los 30 años, es decir, uno de cada 200 hombres reclutables. Y ello sin contar con la incorporación de mujeres y civiles (para labores de carácter civil que ahora realizan los soldados).
No es una imposibilídad demográfica lo que impide la desaparición del reclutamiento forzoso, sino una obcecación política.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.