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FÚTBOL PRIMERA DIVISIÓN

La Real Sociedad exhibe su indolencia

El Valencia esperó su turno en Anoeta

EDUARDO RODRIGÁLVAREZ, Un detalle, un minuto valen más que una estrategia. La Real Sociedad exhibió en el minuto 24 toda su indolencia. Loren sacó el brazo en un centro insulso de Romero y el penalti se saldó con un gol de Salenko y dos tarjetas amarillas.

Luis García, insatisfecho, se inventó cuatro minutos después una agresión absurda a Poyatos que le adelantó el turno en la lucha. La diferencia entre la Real Sociedad y el Valencia se había tramitado de oficio. El resto fue un puro tobagán.

El Valencia supo esperar su turno. Adoleció de salida de un cierto ensimismamiento que le condujo a un peloteo en el que su oponente, más débil, sacaba mejor provecho. El fútbol resultaba insípido pero en el fondo escondía el precalentamiento activo de Mazinho y una exhibición de ambición por parte de Kodro.

En el interín Azanzabal demostró su voluntad con tanta intensidad como imprecisión y Salenko, como todo goleador que se precie, repudió una ocasión ante Alberto con un caracoleo incompatible con su cintura. No sería la última. Mazinho, ya en traje de faena, encontró el tacto y la medida del partido, aprovechando cada palmo de terreno y estudiando cada opción con los mejores visos de futuro. Loren premió el esfuerzo con una astracanada impropia de un defensor. El Valencia, todavía al ralentí, a impulsos de Mazinho y de Poyatos, había encontrado premio en un bazar. Cuestión de oficio.

Toshack contravenía la tradición futbolística condenando al ruso Karpin -su jugador más clarividente- a la ingratitud de perseguir a Mazinho. La Real sólo se estiró tras la expulsión de Luis García, fruto del natural orgullo. Un cabezazo de Kodro lo repelió el poste y el posterior remate de Guruzeta se enredó en el jersey de Zubizarreta. En dos minutos, Mazinho restituyó el orden con un zapatazo que repelió el poste de Alberto sin que Salenko alcanzara el rechace.

La segunda mitad respondió al guión previsto. El Valencia se adueñó del campo y buscó la profundidad de las bandas abandonadas por los donostiarras en su particular desconcierto. Mazinho creció por segundo. Siempre omnipresente se adueñó del balón en un exceso de diplomacia realista y rebuscó cada pasillo con intenciones plenas de clarividencia. Mijatovic tropezó nuevamente con el poste en una triangulación perfecta pero no perdonó en su segunda oportunidad.

El Valencia campaba a sus anchas. Más oficio, más técnica mejor disposición y mayor dotación de medios eran demasiados argumentos en contra de una Real Sociedad confusa, desordenada y rendida ante la evidencia.Dice el manual que la inferioridad numérica se paga en la segunda mitad. La Real Sociedad lo cumplió a rajatabla. El gol de Mijatovic le condujo directamente al infierno. El cansancio se tradujo en imprecisiones y los errores en nervios. El Valencia lo aprovechó pero no lo suficiente.

El partido fue deslizándose hacia la pantomima. El Valencia mostró tacto en el diseño de las jugadas y confusión en su realización final.

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