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LA ULTIMA HAZAÑA DEL MEJOR CICLISTA DEL MUNDO

Induráin asciende al Olimpo

El campeón español logra el récord de la hora con 53,040 kilómetros

Robert Álvarez

ENVIADO ESPECIALMiguel Induráin devolvió el ciclismo a su estado más puro, ayer, en el velódromo de Burdeos. Sin posiciones estrafalarias, con la ayuda de la tecnología justa, sin desvirtuar el esfuerzo primario de un ciclista, batió el récord de la hora que ostentaba el escocés Graeme Obree, un corredor que se ayudó de una bicicleta que luego fue puesta fuera de la ley por la Unión Ciclista Internacional (UCI). Induráin, cumpliendo escrupulosamente, más allá incluso de lo necesario, con la ortodoxia ciclista es decir, que el resultado atlético prevalezca sobre la tecnología- y sobre el mismo velódromo de Burdeos en el que rodó Obree, recorrió 327 metros más para dejar establecido el récord en 53,040 kilómetros por hora.

Induráin dejó atrás a sus 21 predecesores y los 30 récords que obtuvieron. Ascendió al Olimpo, en el que reposaron en su época ilustres como Coppi, Anquetil y Merckx. Pero por encima de todo dejó atrás las ayudas adicionales que habían permitido las lagunas del reglamento y aquellas que, siendo admitidas, hacen escéptico al seguidor raso del deporte del pedal. Induráin contó con un importante e incondicional apoyo de la ciencia y de sus colaboradores pero no precisó prepararse durante cuatro meses y aprovechar la altura de México como hizo Moser en 1984, ni inventar una posición y una bicicleta antirreglamentarias como hizo Obree. Es más, Induráin demostró ayer que su grandeza primaria -simplemente, es el que mejor le da a los pedales-, combinada con su espíritu de sacrificio y su inteligencia para adaptarse en otro tiempo récord a una especialidad para él casi inédita como la pista, bastan para hacer historia. Fue el récord de la clase.

Induráin domó a su máquina, la Espada, y la hizo rodar a un promedio de menos de 17 segundos por vuelta -algo menos de 1.08 minutos por kilómetro-, invirtió 24 segundos en la primera vuelta y 17 en la segunda, menos de los 26 y 18 que había previsto a pesar de que tuvo que pagar el esfuerzo de la arrancada. Todo ello le exigió agazapar de la mejor forma posible sus 188 centímetros de altura y sus 81 kilos de peso, dos más de los habituales para poder mover mejor el desarrollo de 59xl4 que le hizo avanzar 8,72 metros por pedalada. Hizo un alarde de concentración para recorrer con tales premisas las 212 vueltas que supusieron el récord sin apartarse casi de la línea negra de 6,25 centímetros de ancho que bordea el circuito. La menor desviación suponía una pérdida de tiempo y del equilibrio.

Fue una victoria rotunda, aplastante, que rozó casi lo inconcebible. La tabla de marcha preparada se cumplió a rajatabla en los primeros 20 kilómetros. Se sabía, según la tabla, que Induráin iba a rodar por debajo de los tiempos de Obree.

Pero hacer lo contrario, salir con excesivo ímpetu, podía ser suicida. El esfuerzo suplementario se hubiera pagado en los últimos diez minutos, la parte más dura de la prueba. Induráin funcionó como un reloj. No se inmutó por los casi seis segundos -5.783- que acumuló al paso del cuarto kilómetro. Fue reduciendo la desventaja. Y, precisamente en el kilómetro 20, empezó a tener un superávit. La pasión que puso Induráin en el empeño empezó a preocupar a sus asesores.

Mediada la prueba, el tetracampeón del Tour empezó a sentirse bien. Aceleró. Más de lo previsto por José Miguel Echávarri -su director de equipo- y Sabino Padilla -su médico- Del kilómetro 30 al 35 sumó ocho segundos de ventaja. Un derroche de energía. Un pedaleo ciclópeo. Sonó la alarma en su equipo. Sabino se fue a la pizarra que servía para darle indicaciones y apuntó bien grande: "Regula". Por la megafonía del velódromo se solicitó que uno de los 1.500 espectadores que se desplazaron desde España, navarros la mayor parte, cesara de tocar una campana que pudiera distraer a Induráin. Pero Induráin ni la oía. No es que creyera que estaba en la última vuelta. Simplemente, se había puesto a velocidad de crucero y se tragaba cada vuelta en menos de 17 segundos. Una hazaña. Después remitió en su esfuerzo ante el alivio de los suyos. Mantuvo el pedaleo y progresó ya de forma más lenta en su ventaja respecto a Obree. Mientras regulaba, en el murmullo general apareció el eco del pertiguista Sergei Bubka, un especialista en agigantar sus récords centímetro a centímetro. Parecía que el navarro no quería pulverizar la marca de Obree, sólo mejorarla.

El belga Eddy Merckx, el hombre que asombré al mundo al conseguir este mismo récord en México, en 1972, y lo mantuvo durante 12 años, fue uno de los primeros en correr a felicitar a Induráin. El navarro, mientras que Echávarri se echaba a llorar de satisfacción, mientras que el público enloquecía, sonrió y aceptó el relevo testimonial.

No lo dijo, pero podría haberlo hecho, como lo hizo Boardman -que ya ha anunciado el contraataque-, tras el récord que obtuvo en esta misma pista en julio de 1993 y en referencia a las ventajas ilegales de las que se benefició el escocés Obree: "Ha sido la revancha de las piernas".

Sobre la firma

Robert Álvarez
Licenciado en Periodismo por la Autónoma de Barcelona, se incorporó a EL PAÍS en 1988. Anteriormente trabajó en La Hoja del Lunes, El Noticiero Universal y el diari Avui.

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