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Tribuna
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Chico con pendiente

Una empresa madrileña dedicada a suministrar comidas a las compañías de aviación ha despedido a uno de sus trabajadores, según él ha afirmado, por llevar un pendiente. La empresa dice que no es cierto que lo haya despedido por esta razón sino por desobedecer a sus superiores y discutir con ellos delante de sus compañeros a propósito del pendiente. También asegura que el trabajador despedido incumplía las normas higiénicas de la compañia. Se da el caso de que a este trabajador le había sido renovado su contrato cinco días antes de que fuera despedido.No es dificil de imaginar la discusión que sostuvieron el trabajador y sus jefes. O te quitas el pendiente, le dirían, o te ponemos de patitas en la calle. Lo que no se acaba de entender por las informaciones publicadas sobre este asunto es si el muchacho despedido llevó siempre pendiente mientras trabajó en la empresa o si se lo puso cuando le renovaron el contrato. En el primer caso, la aversión que los jefes de la empresa parecen mostrar por los trabajadores varones con pendiente habría sido contenida, hasta el estallido final. En el segundo caso, habría sido espontánea.

En los últimos tiempos se ha oído hablar, con alguna frecuencia, de este tipo de discriminaciones que las organizaciones feministas, tan expertas en todo lo que sea discriminar, no recogen, y contra las que no existen plataformas masculinas combativas. No hace mucho leí que un guardia municipal de no sé que ciudad fue expulsado por haberse presentado un buen día en el cuartelillo con un pendiente en la oreja. No tenía, desde luego, el hombre mucha idea del terreno que pisaba, aunque es encomiable que defendiera su derecho a llevar pendiente si eso le gustaba. Observo en estos días a un creciente número de, hombres jóvenes con pendiente, hasta el punto de que, contrariamente a lo que deben de pensar los superiores del trabajador despedido o los jefes militares del guardia expedientado, he llegado a creer que es un signo de masculinidad. Digo un pendiente, no dos, porque los dos pendientes han sido siempre, y quizá serán para siempre, un aderezo femenino. No en vano, biológicamente, las mujeres son pares, los hombres nones. No me extrañaría que con el tiempo, y siguiendo el ejemplo de estos pioneros que se juegan el empleo por cuestión de tocado, empezaran los varones a considerar imprescindible llevar un pendiente en pública manifestación de su virilidad.

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