Destino: Julia. España / Remite: Luisa. Nepal.
Dos niños con la cabeza rapada ordeñan en antílope blanco de larga cornamenta.
Luisa, hija, si me ves con el albornoz naranja de Hare Khrisna te da un ataque. Esta moda de tener una crisis de identidad a los cuarenta y buscar refugio en el budismo, no sé yo si va conmigo. Estoy en una comunidad que dirige un tal Josep de Tarragona, aunque ahora el tipo se llama Abbas Sankhar. Debe arrastrar algún trauma familiar, porque le hablas de España y se hace el sueco. Seguramente su padre llegaba borracho por las noches, con los bolsillos de la gabardina deformados por las botellas de ginebra, y le pegaba con la hebilla del cinturón. Vete a saber. El caso es que es un tipo simpático y los chinos se desviven por él.Comparto celda con una alemana que tiene un puestón en Wall Street y pretende aplicar las teorías orientales a los negocios. Se dedica a comprar empresas en quiebra, despedir trabajadores y revenderlas saneadas. Se conoce que firmar despidos en la postura del loto, como que remuerde menos.
Los días pasan despacio, dedicados a la meditación trascendental. Se supone que hay que dejar la mente en blanco y absorber la energía positiva que la naturaleza irradia. Yo lo intento, Luisa, no creas que no. Pero, cuanto más me concentro, más claro se me aparece un botellín de Mahou y un paquete de Ducados.
Lo que me está viniendo fenomenal es lo del yoga. Sobre todo para las cervicales, que las tengo machacadas del maldito ordenador. Y mola también lo de ir descalza. Desde luego, no me vuelvo a poner tacones en mi vida. Lo tengo clarísimo que es un artilugio contra natura. Lo debieron inventar los hombres para que el permanente desequilibrio nos impidiera competir con ellos. El lunes me voy, toda meditada y reencontrada, a Delhi. Besos.
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