Induráin empieza a rodar en el velódromo de Burdeos

Miguel Induráin se encerró ayer en el velódromo de Burdeos para iniciar la preparación final del asalto al récord mundial de la hora. A su disposición ha quedado una instalación de élite, la mejor del mundo en su especialidad. Franquear la entrada es como introducirse en un bosque; un intensísimo olor a madera inunda el recinto. Puestos en fila todos los tablones de pino silvestre que conforman la superficie de la pista, se alcanzaría una distancia de 75 kilómetros. Sobre ella quiere superar los 52,713 kilómetros que recorrió Obree el 27 de abril de este año.Induráin hizo ayer por la mañana unos kilómetros por las carreteras de Navarra, para conservar la forma, viajó a mediodía a Burdeos y por la tarde ya estaba dando vueltas a la pista. Este mismo plan de trabajo se repetirá cada día a partir de ahora; el velódromo sólo lo tocará entre las cinco y las ocho, porque será entre esas horas cuando realizará el intento la próxima semana. Tiene que irse acostumbrando al calor y a la humedad de la tarde, que son factores que tendrán su importancia.

Todo madera

"Las sensaciones de esta pista son muy diferentes a las que experimenté en el velódromo de San Sebastián. Como ésta es más corta, en cuanto sales de la curva ya te encuentras en la otra. Todo es cuestión de adaptación. La madera también se nota. Si es más rápida o no, se sabrá a partir de hoy, que comenzaremos las pruebas cronometradas", manifestó Induráin tras el primer ensayo, que sólo fue una toma de contacto con el escenario del récord. Ni siquiera le acompañaron los directores Echávarri y Unzué, ni el doctor Padilla, que se incorporan esta mañana. Ayer, que rodase, y hoy, a iniciar los entrenamientos específicos. Induráin comenzó a rodar con un desarrollo de 55x14 y luego pasó al 55xl3. Mal de forma no anda, porque con el primero, en cuanto forzaba, se "salía de revoluciones" y el segundo lo notó algo pesado "para este momento", especificó, o sea, que más adelante puede ser el que le acerque al récord.Con él hizo las vueltas en 17 segundos, o sea, a 52,9 kilómetros por hora, 200 metros por encima de la plusmarca. Su frecuencia de pedalada era de 99 por minuto, es decir, que las cuentas empiezan a salir, aunque lo de ayer, según aseguró Induráin, no se trataba de ninguna prueba, sino de una toma de contacto.

Efectivamente, en cada curva hacía unos centímetros de más al salirse de la raya que marca la distancia más corta. Sacrificaba la velocidad por la precisión. De momento no importa. El no quiere hablar todavía de tiempos, porque sabe que no es lo mismo hacer series de diez minutos y descansar a continuación, que estar una hora pedaleando a ritmo de récord. Induráin tiene tan claro la aventura en la que se ha metido, que dice: "Claro que aún podría renunciar al intento. Aquí es fácil saber si se puede conseguir el objetivo, no como en la carretera, donde da igual tardar seis horas o seis horas y media en una etapa de alta montaña, porque lo importante es ganar; en esto, o se cumplen los pasos que se marquen o no hay nada que hacer".

No es que se divierta, pero está encontrando algo que le rompe la monotonía de diez años de trabajo: "Es una experiencia nueva para todos y a estas alturas de la temporada se hace bonito hacer algo distinto, por lo menos te hace coger una motivación diferente". Ello no le impide reconocer que "la pista quema bastante". Por eso esta primera concentración en Burdeos la abandonará antes del fin de semana.