Un mundo perfecto

"Y luego los viejos eslabones de la Inquisición empiezan a arrastrarse". Así termina Arcadi Espada su columna del 21 de julio titulada Hijos de la abuela. Un final gráfico y acertado, por cierto, aunque parezca exagerado. Me recuerda las letanías de siempre: esto ha de ser así, aquello tiene que ser asá... Y cuando irrumpe la voz que interpela, la voz discordante, se contesta con las mismas y consabidas razones: porque es como debe ser, o porque lo digo yo. Cuán terrible, inútil y repetitivo todo. No, no es cierto que la historia no se repita.Yo bien quisiera que nadie tuviese que abortar y que todo el mundo fuese heterosexual y que la decisión de tener un hijo llevara aparejada la responsabilidad, el respeto, la comprensión y, sobre todo, el amor hacia ese nuevo ser, pero, claro, también hay que decir que el instinto es ciego y no se pueden pedir demasiadas peras a un olmo. Y si en aras de eso que los humanos llamamos racionalidad sólo tuviese hijos quien debiera tenerlos (en el aspecto psicológico y económico, y no digamos en el físico), a buen seguro que la especie no tardaría en extinguirse. Y aunque vayamos camino de ello, y no precisamente por motivos de esa supuesta racionalidad, no creo que ésa fuera la mejor solución. Como rezaba el título de aquella conocida película, La vida vale más. Pero no es que valga más, es que es lo único que tenemos.