Piscinas celestiales en un campo de fútbol
El estadio del Rayo se llenó. Pero los que poblaban las gradas no eran aficionados que insultan al árbitro, sino una legión de 11.000 testigos de Jehová. Los aplausos no fueron para premiar los goles de Hugo Sánchez, sino para los nuevos hermanos que ayer recibían el bautismo por inmersión: 49 hombres y 79 mujeres se sumergieron por unos segundos en una de las dos piscinas que se habían habilitado en el terreno de fútbol para poder convertirse en testigos de Jehová.
La disciplina del público durante el acto resultaba chocante. El silencio reinó en un espacio en el que se reunieron más de diez mil personas. Durante los discursos bíblicos, el público permanece en un silencio que sólo quiebra el ruido de abanicos. Los hermanos toman notas de las intervenciones, "para poder repasarlas al volver a casa", dice un testigo. Nadie, fuma, porque va contra los principios de los testigos, y para paliar la sed sólo pueden beber agua. Todos llevan consigo una Biblia. Y cuando llega el momento, sacan el libro de cánticos y no hay una sola garganta en el estadio que calle.
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Los testigos de Jehová reúnen a 11.000 personas en el estadio del Rayo
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Existen 4.709.889 testigos de Jehová censados en 73.000 congregaciones de 231 países. Durante este verano se celebran en España 26 asambleas en 22 localidades, que contarán con la asistencia de más de 130.000 personas, según la organización.
El acto que se celebró ayer en el estadio del Rayo Vallecano congregó a testigos de Jehová de algunas congregaciones de Madrid -no todas-, y de las de Cuenca y Segovia. Es tal el aluvión de gente que la asamblea se celebra en dos fines de semana, para acoger simplemente a los testigos de la zona centro. El próximo fin de semana, el estadio se volverá llenar.
El público que abarrotaba el estadio estaba compuesto por familias al completo ataviadas con el traje de los domingos: casi todos los hombres, hasta los más jóvenes, lucían corbata. "No somos una secta porque no seguimos a ningún hombre, seguimos a Dios", declara Ángel Menéndez, vendedor de productos alimenticios de 32 años que se bautizó a los 12. Sus padres no eran testigos y la influencia le llegó a través de su hermano mayor.
Ayer era el día del bautizo. En dos piscinas situadas en dos esquinas del campo -una para hombres, otra para mujeres- aguardaban tres hermanos, con bañador y camiseta blancos, la llegada de los aspirantes a testigos. Ellas hacían cola descalzas sobre el césped y con albornoz. Ellos, con una toalla al hombro. El agua estaba fría y así lo evidenciaban las expresiones de los rostros, de los que se aprestaban a bautizarse. Con la mano izquierda se tapan la nariz, con la derecha sujetan el brazo izquierdo. El oficiante agarra al hermano por el cuello y le hace una amable llave de yudo sumergiendo al inminente testigo de espaldas. El aplauso del público culmina el bautismo.
"Con el bautismo", explica Julián López, un anciano -líder de una congregación-, "uno abandona su personalidad anterior. Hasta ese momento, uno ha vivido para su yo y las enseñanzas bíblicas pasan a gobernar tu vida", dice. La organización provee de alimentos y bebida a todos los asistentes.
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