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Un conciliador, no capitulador

"Una cosa es quién ha sido hasta ahora arzobispo de Santiago de Compostela y otra muy distinta es quién será mañana arzobispo de Madrid", vaticina el catedrático de Teología, Olegario González, una de las personas que mejor conoce a Antonio María Rouco Varela, con quien le une una amistad de 30 años, cuando ambos estudiaban en la Universidad Pontificia de Salamanca.Rouco Varela nació en Villalba (Lugo) el 24 de agosto de 1936. Fue ordenado sacerdote en marzo de 1959. Buen conocedor de las intrincadas relaciones Iglesia-Estado, asunto sobre el que elaboró su tesis doctoral, el recién nombrado arzobispo de Madrid demostró un talante conciliador, aunque no capitulador, durante los 10 años que estuvo en la diócesis compostelana. Una muestra de este talante, fue su mediación, en 1990, ante el Gobierno para encontrar una solución al problema de varios presos del GRAPO que hacían una huelga de hambre.

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Pero la diócesis compostelana está alejada de los cenáculos del poder, por lo que su traslado a Madrid le va a situar en un puesto de máxima, responsabilidad como interlocutor frente al Gobierno. A partir de ahora será cuando se pondrán realmente a prueba sus dotes negociadoras, aunque ya ha dado a entender, con sus críticas al aborto, que no va a transigir en aquellas cuestiones consideradas trascendentales por la Iglesia española.

Inteligencia y amplio bagaje intelectual son las dos cualidades que destacan en la persona de Rouco Varela. Pasó ocho años en Alemania, estudiando en la Universidad de Múnich, donde fue discípulo y amigo del prestigioso canonista K. Mörsdorf. Su pasión académica es el derecho sistemático canónico, del que es doctor. Rouco dedicó parte de sus esfuerzos a actividades pastorales con los emigrantes españoles en Alemania.

El hasta ahora el arzobispo de Santiago, acostumbrado a recorrer las aldeas gallegas, confirmando jóvenes y comiendo con los curas rurales, ha mantenido, una calculada distancia con el poder, encarnado en Galicia por el presidente de la Xunta, Manuel Fraga. Tan sólo hubo un momento de fricción, el año pasado, coincidiendo con el Xacobeo 93, cuando el arzobispo llamó la atención veladamente a la Xunta por desvirtuar el carácter espiritual de las peregrinaciones.

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