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Un 'zombi' con éxito

Tele 5 relega a la madrugada 'Las pesadillas de Freddy'

Freddy Krüger es uno de los monstruos más apreciados del cine fantástico y de terror de los años ochenta, protagonista inolvidable de la saga cinematográfica Pesadilla en Elm Street, que supuso en todo el mundo un éxito comercial de la productora independiente New Line Cinema. Su cara de pizza de queso fundido, un sombrero Fedora, su jersey roto de rayas y sus garras metálicas le indentifican entre la galería de psichokillers (asesinos psicópatas) de ficción -la realidad es otra cosa peor-, que cuentan con la simpatía del gran público.Su catálogo de crímenes cometidos en Elm Street ha sido contado en cinco secuelas cinematográficas, sin parar en gastos en los los efectos especiales. A pesar de su visible fealdad, Freddy recibe en su productora miles de cartas de admiradoras que reconocen su insondable sex appeal. Como la top model Cindy Crawford o los maquiavélicos Bevis & Butthead, tuvo su espacio en la cadena MTV. El temible canalla consiguió también su propia serie de televisión, cuyos capítulos programa ahora los lunes y martes, en horario de madrugada, la pantalla amiga de Tele 5.

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Freddy el reanimado nació de una violación y murió quemado en la calle Elm, en la ciudad de Springwood, a manos de una patrulla de vigilancia nocturna formada por los padres de los adolescentes atemorizados. Desde entonces es una pesadilla viviente que habita en sus sueños. Unos sueños aleccionadores que nunca son rosas. El mundo de Freddy se encuentra en los mapas de la irrealidad y en las antípodas de series juveniles bobaliconas, como Sensación de vivir.

Los protagonistas de las cinco partes de Pesadilla en Elm Street y de la serie de televisión son siempre una pandilla de niños bien, tras los que se esconde el comeniños de las manos de cuchillas, y sus aventuras cargadas de humor negro son siempre sangrientas, violentas y políticamente incorrectas.

El universo freddiano comparado con el freudiano, por aquello de la exploración de los sueños, puede satisfacer a cualquier espectador adulto aficionado a la serie B, al cine basura o al de casquería y ketchup que con tanto gusto devora la presunta generación X.

En las pesadillas televisivas se convierte en un narrador maligno, una voz y una presencia del más allá que corta las secuencias y en ocasiones la respiración. El monstruoso holligan es siempre una visita inesperada que sale de inmundos paisajes, de las alcantarillas, del reloj de cuco de una habitación intranquila o del cráneo de una clase de ciencias naturales.

En el capítulo El arte de la muerte derrocha maldades, mientras el telespectador debe tragarse el derroche místico -erótico- publicitario que Tele 5 le ofrece: los anuncios de Rappell, culos que anuncian un lote sexy de productos, teléfonos rojos o fantásticas almohadas cervicales.

En el episodio Sexo seguro, de la pasada semana, un pijo a la merced de sus hormonas juveniles acudía al psicólogo para que le empequeñeciese los problemas: soñaba en clave siniestra con una chica que estaba colada por un muerto viviente. En Nerviosismo escolar, un inadaptado era confinado a un lugar de robotización y fabricación de estudiantes plenamente integrados. Para Freddy, "el cerebro nunca debe despreciarse" y le hará ver que la letra con sangre entra.

En Boletos negros, protagonizado por el actor Brat Pitt (Thelma y Luise), dos niñatos se escapan de casa huyendo de sus padres, unos héroes anónimos que intentan poner el fascismo de moda; su gran fuga hacia la libertad se verá envuelta en pirañas y culebras en el motel Ruta 66 de las Almas Perdidas.

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