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Olazábal teme un inicio bajo la tormenta

Carlos Arribas

Cuando llegan a Escocia, a todos los golfistas les gustaría ser meteorólogos. El martes cayó sobre la costa de Turnberry el gran chaparrón, sin apenas viento; ayer, de forma típicamente escocesa, lució un sol espléndido, con una ligera brisa, y para hoy, más tradición en las tierras de Stevenson y Burns, se espera un poco de todo. A los que les toque madrugar para comenzar el 123º Open Británico, el torneo más antiguo e importante, casi con la luz del alba, se encontrarán previsiblemente con una tormenta.

Así le tocará a José María Olazábal, que dará su primer golpe a las 8.20 horas. Severiano Ballesteros puede que lo tenga mejor: empezará a jugar a las 14.35, cuando se cree que de nuevo lucirá el sol. Y tanta charla sobre el tiempo no es un tópico: se juega en un campo costero, de dunas, sin más obstáculos que los que puedan suponer el viento y el agua. "Si esto sigue como hoy", decía ayer Ballesteros , será muy fácil bajar el par". El campo de Turnberry, ayer un escenario light y agradable se convertirá, sin embargo, en un infierno si a la naturaleza le apetece tomar cartas en el asunto. Así sólo los mejores podrían soñar con derrotar al campo.Olazábal y Ballesteros están en ese derecho. Su pasado les permite instalarse con holgura en la nómina de favoritos para cualquier grande. En las apuestas de este Open, uno de los mejores medios para saber cómo andan las cosas, el golfista vasco está situado en cuarta posición, con una cotización de 14 a 1; el cántabro anda 33 a 1, lo que no es muy exagerado: se prevé tanta igualdad que el mejor colocado, el australiano Greg Norman, último ganador del torneo más antiguo, se cotiza a un elevado 9 a 1; Langer y Faldo, 12 a 1. Ellos son la crema de los 156 participantes que se repartirán el millón cien mil libras (unos 220 millones de pesetas) que el Royal & Ancient repartirá en premios.

Entre los 156 golfistas de todo el mundo que vivirán la gloria de disputar un Open hay cinco españoles más. Tres, clasificados de oficio: José Rivero, Miguel Ángel Martín y Miguel Ángel Jiménez; y otros dos que se ganaron el derecho tras salir a flote en las durísimas competiciones previas disputadas el pasado fin de semana: José María Cañizares y Txomin Hospital, el debutante.

Hospital, un barcelonés de 36 años, sólo un año menos que Ballesteros sacó la tarjeta del circuito europeo -una especie de carnet de conducir para poder disputar los torneos- a los 34 años. Y aquí, en la costa escocesa se siente como un niño con zapatos nuevos. "Bueno", aclara, "zapatos sí que estreno, pero ya me gustaría ser un niño". Un niño que antes de ganarse la vida golpeando a la bola con un palo ha tenido tiempo de licenciarse en económicas, de ser piloto de una avioneta que paseaba pancartas publicitarias por las playas, de estar tres años postrado por una enfermedad del tiroides, de irse a vivir a Davos, el balneario suizo, de Thomas Mann y de los millonarios del mundo unidos, para dar clases de golf, y de poder jugar un Open.

"Primero quería demostrarme a mí mismo que tenía nivel para poder jugar en el Tour", cuenta este rubio de segundo apellido Haffner y con doble nacionalidad suizo española. El jugador catalán ha pasado esa barrera y ahora ve delante un mundo que en realidad es una escalera y que le pide que siga ascendiendo. Hospital parece tímido. Y más cuando, como ayer, Ballesteros y Olazábal -"dos piezas de museo"- le dijeron que se entrenara con ellos. "Fue como un premio que me dieron, pero más supongo que por respeto a mis canas que otra cosa".

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

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