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Periodismo cutre

Francisco Peregil

Gabriel García Márquez escribió su Relato de un náufrago en menos de dos semanas. Cada día que el hombre pasé en el mar se merecía un reportaje en el periódico. Cuenta el Nobel que el náufrago al principio sólo hablaba de sus grandes virtudes, las gestas de una persona que sobrevive sin comer ni beber contra todos los elementos. "Pero al tercer o cuarto día ya aprendió el oficio de periodista", porque comenzó a contar cómo se las arreglaba para orinar, describía las nimiedades y miserias imprescindibles de cualquier historia. El náufrago se convirtió así en un buen profesional. Aquí cualquiera se trastoca en periodista en menos de una hora, todo está impregnado de periodismo, pero a veces, de periodismo cutre.Enrique Tierno Galván quedaba con un fotógrafo en la plaza de España para someterse a una sesión y le pedía por favor que fingiera, que hiciese como que lo encontraba por casualidad. Qué natural, qué campechano y humilde el viejo profesor, cómo se dejaba entrevistar. Agustín Rodríguez Sahagún habría sido feliz viviendo al margen de su diestra. Se hubiera desprendido de cinco dedos en cualquier inauguración de túneles o en una recepción de pensionistas, y habría regresado a casa para deleitarse con sus cuadros si su mano pudiera esmerarse por sí sola en estrechar la de todo el mundo. Al alcalde Álvarez del Manzano va y se le ocurre, en un alarde de sutileza política, inaugurar la apertura de la calle del Marqués de Corbera hasta la de Hermanos García Noblejas justo en la semana en que se celebran las elecciones europeas, después de tenerla empantanada nueve meses. Y el subterráneo de la cuesta de San Vicente lo abre justo el viernes, el último día de campaña electoral, tras más de un año en obras. Lo peor es que el hombre se creerá un espléndido estratega y que en Génova le darían palmaditas en la espalda. De vergüenza ajena.

Joaquín Leguina, como no dispone de túneles para cortar la cintita, se va a París para presentar el Madrid capital cultural del 92, y lo hace en noviembre de 1992, cuando ya terminaba el año. Grotesco.

Algunas asociaciones ecologistas preparan el comunicado de prensa de cualquier manifestación dominguera en protesta por el abondono del penúltimo arroyo de la Casa de Campo, o por el estercolero de Valdemingómez a sabiendas de que sólo reunirán quince manifestantes. Pero da igual, saben que un domingo impera la escasez de noticias, y a buen seguro, con quince mendas, una pancarta y diez periodistas, media columnita seguro que cuela. Penoso.El Partido Popular de la Asamblea de Madrid no se corta un pelo los fines de semana, consciente también de la escasez de noticias. A todas las redacciones envía desde hace años unos teletipos impresentables sobre cualquier pregunta, sugerencia o reflexión, sin el mínimo sentido de la actualidad, que cualquiera de sus destacados. miembros plantea al Gobierno de Leguina. Lo peor es que algunos lunes, y más en verano, llegan a publicarse. Deprimente.

La portera de uno de los muchachos asesinos de los juegos de rol convierte rápidamente su habitáculo de trabajo en un aséptico nódulo donde despachar con las huestes de Tele 5, EL PAÍS, Antena 3 y todo lo que lleve cables y suelte flashes. Hablas con los amigos de la víctima o de los asesinos y en una hora se convierten en consumados comunicadores. Asimilan con tres entrevistas lo que hay que contar y lo que es necesario callar aunque te tuerzan el brazo. Admirable.Carlos Sotos, el ex gerente de PSV, intuía que atendiendo cortésmente a los periodistas lograba mejor imagen que los que se escudan en secretarias y gabinetes de prensa. Apenas había construido cien casas- pero raro era el día en que no salía en prensa como un encomiable gestor. Ahora, algunas de sus víctimas han aprendido que pintándole el chalé, taponando la M-30 o gritándole chorizo a Nicolás consiguen más créditos millonarios del Gobierno que interponiendo una querella. Patético.

La Jefatura Superior de Policía de Madrid manda a diario una reseña donde los delincuentes aparecen como individuos a quienes la policía siempre procede a detener. Pero nunca, o casi nunca, porque igual mañana lo hacen, informan cuando un policía borracho esgrime la pistola en un local público sin venir a cuento o cuando un agente se queda con el dinero de un registro. Todo eso ocurre, lo hemos publicado en alguna ocasión, lo que pasa es que tenemos que enteramos por otras fuentes. Mosqueante. De la Guardia Civil, para qué hablar.

Los sindicatos siempre hablan de que "no descartan" una huelga. Las huelgas o se convocan o no se convocan, pero no se mendiga así medía columna o medio minuto en las radios. Lamentable.

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Lo que ocurre con todo eso es que el maltratado subconsciente del lector puede pensar que los chicos del PP aparecen demasiados lunes diciendo demasiadas tonterías, que los ecologistas se han convertido en medio políticos, medio periodistas, y que, como hacen las dos tareas tarde y malamente, no pintan nada porque la ambición de poder les roe, que la policía sale demasiado bien parada en casi todas las películas, que los alcaldes chocan demasiadas manos y sonríen en tantas fotos, que apenas tienen tiempo para escapar de su egotismo y que los periodistas apenas sabemos qué contar. No es cierto.

En cualquier medio hay buenos profesionales que analizan, contrastan y valoran cualquier información. Verdaderos expertos en desechar motos y burras inservibles. También hay en Madrid vecinos, sindicalistas, ecologistas, policías, políticos y amigos de asesinos que practican periodismo del bueno. Gente que relata sus experiencias, sus éxitos o sus fracasos de la mejor forma posible, vendiéndose lo mejor que pueden, pero intuyendo siempre que, además de las grandes gestas, la orina de un náufrago es un elemento imprescindible en cualquier relato. Esos excelentes periodistas no abundan, y en verano, menos.

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Sobre la firma

Francisco Peregil
Redactor de la sección Internacional. Comenzó en El País en 1989 y ha desempeñado coberturas en países como Venezuela, Haití, Libia, Irak y Afganistán. Ha sido corresponsal en Buenos Aires para Sudamérica y corresponsal para el Magreb. Es autor de las novelas 'Era tan bella', –mención especial del jurado del Premio Nadal en 2000– y 'Manuela'.

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