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Un joven denuncia a los guardas de Aqualung por darle una brutal Paliza

Jan Martínez Ahrens

Carlos Villora Ferrera, taxista de 22 años, ha denunciado a la discoteca Aqualung por la paliza que recibió el 4 de junio. El joven según su testimonio y el de otros tres testigos, fue golpeado y pateado sin motivo aparente por seis vigilantes de la sala. La tunda siguió incluso cuando perdió el conocimiento. Villora, con la cara marcada y el globo ocular derecho dañado, ha pasado 17 días de baja. Aqualung niega esta versión y alega que el servicio de seguridad simplemente sofocó una "reyerta".

"¡Pero si fue un acto criminal!, un poco más y me dejan seco", se queja Carlos Villora. Su relato se remonta a la una de la madrugada del primer sábado de junio. Esa noche acudió a la discoteca -1.500 pesetas la entrada con consumición- con su novia, Nuria González; la prima de ésta, Pilar Moreno; un amigo, Ricardo Sanz, y otras dos compañeras. Ninguno de ellos cuenta con más de 22 años. No llevaban armas ni objetos contundentes. En una de las barras les esperaba Laura, camarera y amiga íntima de Pilar. El grupo pasó la noche en ese rincón. Bailaron. Terminada la sesión, sobre las seis de la madrugada, al encaminarse hacia la salida" Nuria se dio cuenta de que había olvidado el bolso en la barra. Todos regresaron. La música ya no sonaba. Eran los últimos clientes.El grupo de amigos se apiñó en torno a la barra, mientras la camarera buscaba el bolso. Un miembro del equipo de seguridad les ordenó que se marchasen a la calle. Los jóvenes le pidieron tiempo para encontrar el bolso. "Iros a tomar por culo, iros de aquí ya", recuerda Carlos que dijo el vigilante. "No hables así a las chicas", contestó Ricardo. La llegada de más mazas -todos trajeados- puso fin a sus palabras.

Inconsciente

Carlos recibió un empujón. Trató de defenderse. Estalló la tormenta de golpes. "Me pegaban en la cabeza, por todas partes, especialmente dos de ellos", rememora Carlos. Su amigo Ricardo, ante la avalancha, salió cubriéndose. Las mujeres chillaban. Carlos cayó derribado. El chaval perdió la conciencia. La paliza arreciaba. "Incluso cuando estaba tirado le pateaban. Después le sacaron a rastras y en la puerta le pegaron en la cabeza otra vez", afirma Pilar, que fue la última en salir.

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Esta versión choca frontalmente con la facilitada por la dirección de la sala. La discoteca, con una declaración presentada ese día ante la policía por el encargado, Jerónimo Ceja, afirma que, al cierre de la sesión, se formó una "reyerta" en el interior del establecimiento. Entre ocho y diez personas se pegaban. El servicio de seguridad acudió para "mediar" en la trifulca y consiguió expulsar del local a todos los participantes menos a uno, descrito como un hombre muy fuerte.

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Sobre la firma

Jan Martínez Ahrens
Director de EL PAÍS-América. Fue director adjunto en Madrid y corresponsal jefe en EE UU y México. En 2017, el Club de Prensa Internacional le dio el premio al mejor corresponsal. Participó en Wikileaks, Los papeles de Guantánamo y Chinaleaks. Ldo. en Filosofía, máster en Periodismo y PDD por el IESE, fue alumno de García Márquez en FNPI.

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