Y además, los golpes de la vida
Toni Ortiz, campeón de Europa de los superligeros en 1973, es ahora ordenanza de la Fábrica de la Moneda
Tony Ortiz echa de menos la pequeña América, un minicontinente pugilístico que no era otro que el Madrid de los sesenta y setenta. En esos años, según cuenta el ex campeón europeo, aquí vivió el boxeo español sus mejores tiempos. Había gimnasios en todos los barrios y la falta de un Madison Square Garden la suplían el Palacio de los Deportes, el Campo del Gas, Las Ventas o la bolera de Conde de Peñalver, donde debutó como aficionado en 1960. Las dos décadas transcurridas desde entonces apenas han dejado rastro de ese Madrid de veladas en las boleras y de aficionados que nada tenían que envidiar a los de las películas.Nunca faltaba el entendido con sombrero y puro en mano, ni la rubia despampanante, ni el gamberrete gracioso, eso sí, en su versión más castiza. "Siempre estaban los que llamaban al árbitro albañil por ir vestido de blanco y el que te mandaba a boxear a la cocina. La afición era inmensa, y el boxeo era el deporte rey después del fútbol. Hoy esa afición está totalmente dormida".
Aunque se le ilumine la cara al recordar esos tiempos, este púgil cincuentón hoy ordenanza de la Fábrica de la Moneda no quiere que ninguno de sus seis hijos siga sus pasos. "Del boxeo sólo viven las figuras. Prefiero que aprendan un oficio, porque la vida del boxeador es corta y, cuando acaba, a nadie le importa que hayas sido campeón de Europa".
rony llegó al boxeo empujado por Gary Cooper y Alan Ladd, que desde el cine del barrio de Ventas le enseñaban que la vida debía ser algo más que trabajar como cerrajero desde los 11 años. Ese empleo tempranero le permitió no obstante ahorrar en una caja de cerillas los primeros 20 duros del gimnasio La Peña Bautista, donde por su físico -"pobred, flaco y desgarbado"- pasó inadvertido hasta que un día le mandaron de víctima a hacer guantes con un boxeador más avezado.
"Me hizo tanta ilusión que me desbordé. Era un auténtico kamikaze ". Así se ganó la atención el preparador y del legendario Paulino Uzkudun, que al verle alzarse con el guante de Oro (trofeo que otorgaba la federación) le gritó: "Muchacho, tú serás figura". Pese a la profecía de Uzkudun, Tony emigró a los 18 años a Suiza con 37 combates en su historial. Las 150 pesetas que cobraba por pelea no daban para vivir. Gracias al párroco de la misión católica de Berna se matriculó en el mejor gimnasio de la capital suiza. Una disputa callejera por 30 francos, en la que el púgil no supo medir sus fuerzas, dio al traste con su debú como profesional y le devolvió esposado a la frontera.
Ese debú llegaría por fin en Málaga, en 1965, y a los 11 combates era ya campeón de España. Revalidó el título, lo perdió dos años después, para recuperarlo de nuevo ya en los pesos welter, siempre pendiente de la báscula. "Era muy alto para mi peso y sólo conseguía mantenerme a base de sauna, de ejercicio y de pasar hambre".
En 1973 se alzó en Turquía con el campeonato europeo de los superligeros. Fue, según él, la mayor alegría de su existencia y también uno de sus mayores errores. "A partir de ahí es cuando realmente interesas y cuando más te pueden utilizar. Debes pisar más fuerte que nunca y yo me endiosé un poco, me dejé llevar por la gente, empecé a beber y a olvidarme del régimen de monje que había llevado".
Eso, como muchas otras cosas, las comprendió tarde. "Sé que se aprovecharon de mí, pero entonces no me daba cuenta. Era muy espontáneo, muy natural y también muy ingenuo". A pesar de que resalta siempre la nobleza del boxeo y quiera quitar hierro a la leyenda negra que siempre ha rodeado a este deporte, su compañera le recuerda lo que él parece dispuesto a olvidar: la connivencia de algunos árbitros con los ídolos locales, los oscuros intereses de los promotores y las maniobras ocultas de la gente, a veces en sus propias filas. "Cuando peleé con Perico Fernández me pusieron como cebo un millón de pesetas, y el sparring que contraté, además de informar de todos mis movimientos a los promotores, me dio unas pastillas, vitaminas según él, que me produjeron una diarrea de siete días. Fue el mayor escándalo de la historia del boxeo español". El ex púgil reconoce que la federación debería ser más estricta "con lospromotores sueltos que utilizan a los boxeadores como carne de cañón para favorecer a sus protegidos. Habría que exigir también al preparador unos conocimientos amplios para que no lleve al púgil al matadero".
En 1978 colgó los guantes tras ganar a Dum Dum Pacheco. Una victoria que no pudo celebrar por tener la boca grapada durante 40 días para sellar la mandíbula rota. "Duelen más los golpes de la vida. En el ring los ves venir, sabes dónde está tu contrincante, pero la vida sí que me ha golpeado duro". De esos golpes, los que más le dolieron fueron los que le dieron los amigos. "Cuando vives los días de rosas te crees que la gente te quiere de verdad. No sabes que hay personas que cuando dejas de brillar se disipan. He aprendido que hay amigos de verdad como diamantes y otros que se parecen a los taxis, que cuando el tiempo se pone feo no hay forma de encontrarlos". Otro golpe difícil de encajar fue aceptar la normalidad del ciudadano de a pie. "Antes te aplaudían, te saludaban por la calle, te invitaban a fiestas. Pero ahora se pregunta quién soy. Soy, simplemente, uno más".
Toni Ortiz Habla frente al Palacio de los Deportes, "la puerta del Sol del boxeo". Sólo la nariz rota, dos veces remendada, insinúa su pasado al transeúnte indiferente. "No me importa, prefiero un saludo de ahora a mil de los de antes".
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