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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Escenario europeo

EL NUEVO Parlamento de Estrasburgo no va a reflejar corrientes políticas debatidas a nivel continental porque tal debate no ha existido. Hubiera sido muy útil, sobre todo teniendo en cuenta la trascendencia de los problemas que deberá afrontar en los próximos años, desde la moneda única hasta la legislación en materias como educación, medio ambiente y libre circulación. En realidad, han sido factores nacionales en cada país los que han determinado la elección de los diputados europeos. Por eso mismo y porque el proceso democrático global en la UE sigue en estado embrionario, las elecciones no podían expresar corrientes de opinión a escala continental.Ni siquiera en los niveles de abstención hay homogeneidad: en Holanda ha sido altísima, en otros Estados, considerable, y, sin embargo, la participación media europea -en torno a un 57%- no sugiere el desinterés creciente hacia Europa al que apuntan otros indicios de opinión pública. Con las rotundas excepciones de España y el Reino Unido, los Gobiernos han sido respaldados en términos generales por los electores.Las dos principales sorpresas han afectado al Reino Unido y a Alemania, y en sentido políticamente contrario: en el primer caso estaba cantada la derrota tory; pero no en las abrumadoras proporciones en que se ha producido: los diputados laboristas son 65 y los conservadores 17. Y, sin embargo, es incluso probable que el vapuleado Major logre encajar este nuevo fracaso y mantener su frágil y polémico Gobierno. En Alemania, donde desde hace meses se esperaba un serio descenso del CDU, el partido de Kohl, éste ha superado a los socialistas por 47 diputados contra 40, lo cual le permite contemplar con optimismo las elecciones generales de octubre próximo. Este resultado frenará, entre sus aliados liberales, la idea de un posible cambio de alianza y salto hacia la izquierda que algunos habían barajado últimamente.

En Italia, el proceso en marcha es difícil de prever, pero los resultados demuestran, en todo caso, la profundidad del mismo. Berlusconi hizo de la consulta europea una especie de plebiscito que ha ganado con rotundidad: su Forza Italia ha alcanzado el 30% de votos, ha dañado a sus aliados de la Liga Lombarda y ha hundido aún más al Partido Democrático de la Izquierda. Occhetto no ha encontrado otra salida que presentar la dimisión ante este nuevo revés electoral. La colocación de Forza Italia es quizá el factor que puede afectar más al equilibrio del nuevo Parlamento.

Éste, en términos generales, se va a inclinar hacia la derecha, si bien lo más probable es que el Grupo Socialista siga siendo el más numeroso. Por otra parte, la división entre derecha e izquierda pierde importancia en el Parlamento Europeo con la creciente presencia de grupos populistas. Las sacudidas en diversos países llegan bastante amortiguadas; se traducen en unos cuantos diputados de más o de menos. Por otra parte, los temas mismos que el Parlamento discute y vota escapan a la oposición izquierda-derecha. Cuando se trate de ratificar a la nueva Comisión -esto es, el Gobierno de la Unión-, es muy improbable que los socialistas voten contra los democristianos. Es un parlamentarismo muy diplomático: hay acuerdos establecidos, en gran parte por las influencias de los respectivos países, que se superponen a las fronteras ideológicas. Los diputados son a menudo franceses o españoles antes que de tal o cual grupo.

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Hay dos rasgos que contradicen unas opiniones que habían cobrado fuerza en los medios europeos. Por un lado, si bien hay reservas en relación con Maastricht, no existe nada parecido a una tendencia general contra el paso que ese tratado ha representado. Por otra parte, los grupos de inspiración fascista siguen bastante aislados. No logran apoyos de masas, y ello se expresa en que prácticamente no han tenido cabida en el nuevo Parlamento.

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