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ELECCIONES

Terremoto en el mapa político

Los resultados de las elecciones europeas proyectan un cambio de amplias dimensiones

El triunfo del Partido Popular en las elecciones europeas, basado en una alta fidelidad de voto en relación con los comicios generales del pasado año, supone, si se proyecta en los ámbitos local y autonómico, un terremoto en el mapa político español. El partido que lidera José María Aznar no sólo alcanza la mayoría en 13 de las 17 comunidades autonómas, sino que consigue porcentajes de voto superiores al 50% en seis de ellas: Baleares, Castilla y León, Galicia, La Rioja, Madrid y Murcia. El vendaval popular tiene un reflejo mayor si cabe en las capitales de provin cia. Todas, salvo Barcelona, Lérida y Gerona, ganadas por CiU; Bilbao, por el PNV, y Tarragona por PSC-PSOE, han. votado por el PP. En la capital de España su mayoría es absoluta.

La concentración del voto urbano en el centro-derecha, que consigue imponerse, incluso, en el llamado cinturón rojo de Madrid -las ciudades dormitorio de población trabajadora- habla de un profundo malestar social respecto al partido más votado de la izquierda nacional.Andalucía, bastión tradicional del voto socialista y región donde se han hecho importantes inversiones públicas, también refleja esa tendencia: en las ocho capitales ganó el PP y en algunas de ellas duplicó el voto del PSOE.El País Vasco, donde el partido conservador no ha contado con amplios apoyos sociales en los últimos tiempos, su triunfo es significativo. El partido de Aznar quedó primero en dos de las tres capitales vascas: San Sebastián y Vitoria; en Bilbao superó a los socialistas, y quedó como segunda fuerza política a cuatro puntos del PNY. En la capital navarra, Pamplona, la mayoría fue también para los populares.

La lectura de los resultados de las elecciones europeas y andaluzas permite interpretaciones diversas, pero apunta señales inquietantes para la cohesión interna del voto socialista, hegemónico durante tantos años en algunas regiones españolas. Así, diversos dirigentes socialistas, subrayaban ayer que, en Andalucía, las listas de su partido en la urna europea conseguían 80.000 votos más que en la urna de las elecciones autonómicas, que se celebraban simultáneamente.

Este diferente comportamiento del electorado socialista en Andalucía, en perjuicio de Manuel Chaves, el candidato más próximo a los electores, permite suponer que existe un sector importante de los simpatizantes socialistas descontentos con la gestión de su Gobierno regional.

Pero donde el avance conservador ha sido más nítido e importante ha sido en aquellas autonomías donde el PSOE había establecido sus graneros electorales para las épocas de vacas flacas: Castilla-La Mancha y Murcia. En el feudo político del socialista José Bono, el partido conservador alcanzó más de 10 puntos de ventaja sobre el socialista, cuando en las autonómicas de 1991 el partido de Felipe Gonzalez gozó de una ventaja de más de 17 puntos sobre la formación que dirige José María Aznar.

Este espectacular vuelco electoral es parecido al registrado en Murcia, otra comunidad en la que socialistas gobiernan con mayoría absoluta. El Partido Popular consiguió el 52% de los votos y dejó al partido socialista al nivel de su media nacional, un 30%.PrecaucionesEl nuevo mapa político, con todas las precauciones que implica trazarlo sobre la proyección del voto europeo, arroja una mayoría sólida de los conservadores en toda España menos en la franja meridional que forman Extremadura y Andalucía y en las llamadas comunidades históricas de Cataluña y el País Vasco.

En el sur, sin embargo, el avance popular es notable y en Extremadura el centro-derecha superó el 40% del voto a 25.000 votos del partido socialista. Pero es en Andalucía -el Partido Popular ha conseguido mutiplicar por dos su electorado- donde la progresión tiene más significado al consolidarse como segunda fuerza y eliminar prácticamente la franja intermedia que significaba el andalucismo político.

De hecho el avance popular y el retroceso del andalucismo impone al partido socialista un Gobierno apoyado por Izquierda Unida. Peaje que, sin duda, Julio Anguita intentará cobrar en Madrid.

Pero es Cataluña, una comunidad clave en el equilibrio del sistema, donde el Partido Popular ha dado alguna de las sorpresas más sonadas. En Barcelona, por ejemplo, ciudad gobernada por los socialistas, el Partido Popular se situaba como segunda fuerza, por detrás de Convergéncia i Unió y por encima del partido del propio alcalde de la ciudad, Pascual Maragall.

El Partit dels Socialistes de Catalunya ha quedado relegado a tercera fuerza política. En la comunidad autonóma, los conservadores mejoran la cuota alcanzada en las elecciones legislativas del 6 de junio del año pasado y se consolidan en el porcentaje de voto que tuvo el centrismo de Unión de Centro Democrático en Cataluña durante los años de la transición.

Este nuevo mapa político hay que verlo, sin embargo, a la luz de una votación en la que el voto conservador se ha movilizado en una proporción sin parangón con el voto socialista. Los primeros análisis indican que la abstención del voto socialista ha sido muy importante, lo que se interpreta como un claro voto de castigo o de decepción de un electorado descontento y desconcertado por los sucesivos escándalos económicos y políticos que han salpicado la vida pública durante los últimos meses y que han puesto en entredicho al Gobierno de Felipe González.

El nuevo equilibrio político estará marcado por un calendario electoral en el que prima el factor territorial. En el próximo otoño se convocarán elecciones autonómicas en el País Vasco, y en la primavera del año que viene también habrá comicios municipales en toda España y autonómicos en varias comunidades.

Si se mantuviera la tendencia de estas últimas elecciones europeas, el cataclismo político para el Partido Socialista Obrero Español tendría unas consecuencias imprevisibles para el futuro político español.

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