Induráin se queda helado
El suizo Pascal Richard vence en una dura etapa alpina marcada por la nieve
Pascal Richard es un suizo con alma de esquiador. Sólo un hombre como él podía intentar con éxito ganar la etapa destacado. Una etapa en la que "más habría valido ir sobre esquíes y no sobre una bicicleta", en palabras de Chiappucci.Una etapa en la que el mes de junio, achicharrante hasta ahora, se convirtió en helador invierno, de esos de dos grados de temperatura. Hasta en Sestriere, a más de 2.000 metros, en plenos Alpes, una nevada a mediados de junio es algo insólito, algo que pasa a los anuarios. La nieve acabó con las disputas, si es que había antes de enfilar Sestriere ganas de ellas.
La llegada de los corredores a la meta fue como una procesión de inválidos camino de Lourdes. Y, además, sobrecogedora por la impresión: salían de entre la niebla, que no permitía ver más allá de cuatro metros, como apariciones fantasmales. Pedaleando por inercia. "Y menos mal que ha sido corta y que se han abrigado porque sabían, que hacía frío aquí", como dijo Joan Pujol, masajista del Banesto.
"Yo iba bien abrigado, contaba Pantani después de ducharse bajo un chorro de agua hirviendo. "Pero marchaba como si no tuviera manos, no las sentía. Y la cabeza adormecida". Los tres del podio, Pantani, Berzine Induráin, los tres que en teoría tenían que haberse despedazado ayer con las exiguas fuerzas que tuvieran, llegaron más como amigos, compañeros de una cordada de escaladores. "Yo salí preocupado", explicaba Berzin, el ciclista ruso, el que en teoría menos tendría que temer el frío. "Tenía miedo porque el frío suele mermar mis fuerzas y no sabía cómo afectaría a los demás. Pero una simple mirada me dijo que iban igual que yo".
Pacto de no agresión
Fue como una especie de pacto de no agresión. Lo que valía era la supervivencia, llegar como fuera. "En un momento dado me puse a hablar con Induráin", decía Pantani. "Le dije '¿qué tal va la cosa" y el sólo me respondió: 'frío'. No importaba ya ni el Giro ni nada. Sólo terminar y calentarse. No podíamos atacar porque simplemente no podíamos frenar". El lacónico Induráin tampoco se despeinó intentando dramatizar las tres horas y pico bajo la nieve. "Sí, hacía frio", dijo luego. "Yo iba agarrotado. Lo que preocupa son las consecuencias. Los catarros o resfriados que hayamos podido pillar".
Uno de los supervivientes de la etapa del Gavia, el día que ha pasado a la historia como el más duro para los ciclistas, Andy Harripsten, recordaba aquella jornada y reconocía haber tenido miedo del congelamiento que sufrieron entonces. "No sentía nada. No hacía frío, hacía friísimo".
Atacaron unos cuantos que se jugaban la montaña. Entre ellos, Copolillo, un hombre del sur. "Llegó un momento en que tenía tanto frío que no sabía quién era, no recordaba mi propio nombre", contaba. "Además, no veíanada de la carretera con la nieve y la niebla. Aun así, fue posible superarlo concentrándote en la carrera, en pensar que si seguías pedaleando podías ganar la etapa". Aun así, cuando llegó a la meta, el bravo Copolillo no se podía ni bajar de la bicicleta. Y cuando, en pie gracias a la ayuda de su masajista, sólo tenía fuerzas para intentar vomitar.
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