La vuelta de Shandokan
Antonio Flores presentó el jueves su último disco en una fiesta en la que no cabía un alfiler
Cosas mías es el título del último disco de Antonio Flores. El regreso supone la vuelta a las listas y a los escenarios de un hijo pródigo qué cae bien a casi todo el mundo. Shandokan, como le llama su madre, Lola Flores, presentó su trabajo el jueves en la sala Morocco. "Muchos estamos aquí por cariño", dijo el periodista Diego Manrique en la presentación del acto ante un público abigarrado y una atmósfera algo agobiante. Y añadió: "Apostamos por el talento de un artista polivalente".
Antonio Flores irrumpió como cantante hace ya casi 12 años con Pongamos que hablo de Madrid, el tema de Joaquín Sabina que se ha convertido en el segundo himno oficioso de Madrid, tras el chotis de Lara (dicho sea como constatación de que el himno oficial, el de Agustín García Calvo, ha resultado estéril). A partir de entonces, Flores ha sido un Guadiana. Incluso ha estado a punto de convertirse en uno de esos músicos malditos pero cercanos que produce el rock and roll con reincidencia.Su propia madre, con la locuacidad y el temperamento característicos, pregonó llorosa en su día los vaivenes del chico, a quien ella llama Shandokan: merodear por los límites, coquetear con el abismo; paladear, en fin, el sentimiento dionisiaco de la existencia. Pero ya ha pasado la travesía del desierto: Antonio ha puesto los pies en la tierra, ha hecho acto de contrición, propósito de la enmienda y este disco que aspira a ser un bombazo como el de su hermana Rosario.
El lugar discreto
El retornó del hijo pródigo es casi siempre una fiesta. Morocco estaba hasta los topes. Gentes del bronce y gentes bronceadas, guapuras contundentes, mocedad florida, morenazas pidiendo sur, carnes poco hechas pero muy lozanas. Sentado en un lugar discreto, el Pescaílla observa y medita.Lola no pudo asistir porque grababa en esos momentos un programa de televisión. Pero sí estaba Rosario, carne y uña, con la que forma el sector posmoderno de la familia Flores. Acompañado por músicos de primera (Arturo Soriano, Fernando Illán, Tino di Geraldo, Tato Icasto, José Romero y Oswi Greco), Antonio interpretó cinco canciones, todas ellas de amor con letras muy sencillas, primarias: Una espina, Siete vidas, Cuerpo de mujer, Arriba los corazones y Juan el Golondrina. Empezó suave, "porque hay demasida adrenalina y conviene dosificar", dijo. La melena al viento se convirtió en coleta a la tercera canción, ya en pleno rock and roll.
En Siete vidas, emotiva balada, está resumido su propósito de la enmienda: "Siete vidas ya he quemado / y esta última la quiero vivir a tu lado".
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