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Bugno lía la madeja

El ataque del ex campeón mundial le da la etapa y espesa la general

Carlos Arribas

"Una para ti, otra para ti". Gianni Bugno ha cambiado. El antaño huraño campeón mundial de los ojos claros está relajado. Se siente sin presión. En el podio, un lugar que en el Giro llevaba tiempo sin visitar -desde 1992 no ganaba en Italia ni una etapa-, lo expresó de la mejor manera: regalando una rosa roja a cada una de las dos azafatas que le agasajaron por su victoria. Algo ha cambiado. "Ahora tengo la. cabeza puesta sólo en la bicicleta, y no a pájaros, como antes explicó el elegante italiano por la mañana. "Estreno unas ruedas de cuatro radios -en la bicicleta y espero hacerlo bien". Bien lo hizo y lió la madeja del Giro. Su actuación eléctrica en los tres últimos kilómetros espesa más la mermelada de una general en la que todos los primeros quieren ser protagonistas. Un nuevo combatiente ha entrado en el duelo. Hoy la subida a Campitello Matese hará de rayo purificador: los verdaderos papeles serán asignados entre tanto pretendiente.

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PRIMER ENSAYO MONTAÑOSO.

Induráin, afectado

Miguel Induráin es uno de los afectados por la tormenta. Su forma ayer fue modélica. Estaba preparado para lo peor, para el caos y el desorden, y se encontró una etapa limpia y clara, fácil de interpretar. Porque Bugno puso a prueba las palabras y las teorías. "Que no se piense el Banesto que les voy a hacer la carrera", avisaba Argentin, el líder. "Porque me ¡mporta un comino la maglia rosa y sólo pienso en atacar, en inventar nuevas formas de cansar a Induráin". Y desde el Banesto le respondían: "Pero para atacar, primero hay que defender; y si le atacan, ¿qué hará Argentin?". El líder, el sabio Argentin, reaccionó como se debe y regaló a millones una etapa hermosísima. Historia de borrar unos cuantos errores.

"No mires para atrás", le urgía el comentarista a Bugno en su cabalgada final. Quedaban menos de tres kilómetros. El terreno era en suave cuesta y Bugno decidió meter todo el desarrollo posible e irse solo. Ágil y elegante se marchó. "¡Qué de errores ha cometido mi equipo!", lloraba Argentin. "Primero, yo, cuando mandé a todos trabajar para anular la fuga de Chiappucci. Y luego, ellos, que al final no estaban donde tenían que estar".

Cuando se fue Bugno, después de unos cuantos kilómetros corridos a un ritmo imposible, llenos de ataques y contraataques, Argentin se vio de rosa y solo. Valientemente se puso al frente, intentando revivir el tiempo perdido. Sus compañeros de partida, Furlan, Berzin, Ugrumov, no se sabe dónde estaban. Sólo tiró del carro Argentin. Después apareció Berzin -casi todo el resto de la etapa siempre a la vista entre los primeros- que le relevó como el rayo, casi como si atacara. Y a la rueda del fogoso y despistado ruso, el imponente y tranquilo Induráin. "Claro que me cansan", decía luego el navarro. "Pero también se cansan ellos". Y el líder del Banesto -"el más fuerte de todos", según un Bugno que sólo aspira al papel de pretendiente, que "ya es mucho"-, con facilidad le adelantó y se puso a sprintar. "Quise probarme, pero terminé quinto", explicó.

Argentin, por poco, salvó su maglia; Bugno logró su objetivo y tuvo también tiempo para hacer buenas obras: por la mañana, hablando con un sordomudociego; por la tarde, dando su gorra a un inválido en una silla de ruedas; Induráin está ahí después. de dos días peligrosos; la clasificación general sigue siendo una fila india de generales con mando en plaza.

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

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