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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Saturación turística

EL TURISMO se ha convertido en uno de los factores de mayor optimismo de la economía española este año. Las expectativas manejadas por los expertos pronostican una temporada récord, continuación de la recuperación experimentada ya el año pasado y que viene a compensar con creces el bajón registrado en los dos años anteriores.Este éxito obedece en parte a la mejora de las instalaciones y las infraestructuras turísticas, propiciada por el pánico que causó la caída del mercado en 1991 y, en menor medida, en 1992. Sin embargo, las verdaderas causas de este boom hay que buscarlas en acontecimientos ajenos al sector. En primer término, las tres devaluaciones de la peseta, que han aumentado el poder adquisitivo del resto de los europeos frente al mercado español, y la mejoría económica de países como el Reino Unido, Francia y Alemania, nuestros principales clientes. A ello hay que sumar el declive, por conflictos políticos cuando no guerras abiertas, de otras zonas turísticas emergentes del Mediterráneo que competían en precios con España: la antigua Yugoslavia, Turquía -un país con amplia oferta de plazas- y el Magreb.

La avalancha turística ha desatado el temor a un exceso de contrataciones de reservas de plazas. Algunos hoteleros afirman que hasta el 30% de los hoteles de la costa peninsular española han asignado cupos superiores a las plazas disponibles. Estas prácticas intentan garantizar una ocupación del 100%: si se reservan más plazas de las que se disponen se garantiza la ocupación. En un año de vacas flacas, estas prácticas apenas derivan en un problema real de sobrecontratación, porque no suelen confirmarse la totalidad de las reservas. Pero no es el caso de esta temporada; la evidente superioridad de la demanda frente a la oferta amenaza con convertir en un caos la temporada turística.

El problema de fondo radica en la debilidad del sector turístico español frente a los grandes operadores internacionales, especialmente ingleses y alemanes. Éstos negocian hasta 15 meses antes de la temporada los cupos de reservas del año siguiente, en función de las expectativas existentes en ese momento. Al negociar en grandes paquetes obtienen precios muy bajos, que derivan en enormes beneficios al venderse de forma individualizada a los consumidores europeos. Pero de estos cupos no suele derivarse un pago concreto, aunque sea parcial, hasta fechas cercanas a la ocupación, por lo que difícilmente puede hablarse de contratos en firme.

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El problema del turismo español es su extrema debilidad en las redes comerciales exteriores. Hasta el momento no ha cuajado ninguna fórmula que haya permitido la implantación de un operador español en Alemania o el Reino Unido. Tampoco han derivado en acuerdos las conversaciones entre hoteleros y mayoristas para encontrar una fórmula que acabe con estos problemas.

Muchos hoteleros reclaman un decidido control de las administraciones sobre las reservas, para evitar los abusos que puedan derivar en saturación, pero también para acabar con las guerras de precios que les obligan a apostar más por el turismo masivo -muchas camas, aunque sea a precios reventados- en prejuicio del turismo de calidad.

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