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Las amistades pelirrojas

El rock enseña música a los cantautores, y éstos inoculan en el rock lírica y sociología

El Salón de Columnas del Círculo de Bellas Artes se convirtió el miércoles en una romería de amistades pelirrojas y zurdas. El ámbito estaba abarrotado de celebridades, pero fue Carmen Alborch, ministra de Cultura, quien se llevó el gato al agua, por los pelos, precisamente. Ana Belén y Víctor Manuel convocaron el sarao para presentar su álbum Mucho más que dos, en el que, intervienen como invitados Miguel Ríos, Manolo Tena, Antonio Flores, Joaquín Sabina, Juan Echanove, Pablo Milanés y Joan Manuel Serrat.Los dos últimos no pudieron acudir a la fiesta. Los demás llegaron con cuerpo de jota y ganas de chirigota: son gentes diestras en el manejo de la siniestra, amistades pelirrojas. Dios -acaso el diablo- los crió, y ellos se juntaron con una barroca ensalada mixta aliñada con María Barranco, Loles León, Isabel Gemio, Luis Pastor, Manuel Gutiérrez Aragón, Pedro Olea, Javier Gurruchaga, Jesús del Pozo, Eduardo Úrculo, Miguel Narros, José Carlos Plaza, Rosa León, José Coronado, José Luis García Sánchez y un denso etcétera de pretéritos indefinidos, presentes de indicativo y futuros pluscuamperfectos, como los novísimos Pedro Manuel Guerra y Javier Álvarez.

A todos ellos los definió oficiosamente Ana Belén: "No son amistades pelirrojas, excepción hecha de la ministra; en todo caso, pelín rojas". Y la gata madrileña nacida en la calle del Oso, apodada La Loba por su marido y La Gacela por algún crítico, dijo esto de sí misma: "Yo soy el ajonjolí de todas las salsas, pero no cultivo la egolatría".

Durante la velada, en los corrillos ilustrados se habló de lo divino y lo humano, pero hubo un susurro bastante generalizado: hay que acabar de una vez por todas con el término cantautor porque, además de ser una palabreja espúrea, es engañosa, falaz. Si cantautor es quien canta sus canciones, habría que llamar así a Manolo Escobar, a Julio Iglesias, a Georgie Dan y a Sicosis Gonsales. Por otra parte, el componente levantisco, protestón, testimonial y a veces lánguido atribuido a la fauna de los cantautores ha quedado muy difuminado con el paso del tiempo. Ahora mismo, la antorcha de la protesta ha sido recogida por los rockeros (otrora licenciosos, pasotas, salaces y psicodélicos), que no se andan con chiquitas a la hora de poner los puntos sobre las íes y cantar las cuarenta al lucero del alba. El rock ha enseñado música a los cantautores, y éstos han inoculado en el rock lírica y sociología. Ya no se distinguen unos de otros: han triunfado el mestizaje y la fusión también aqui.

Otro comentario unánime en la noche: la irresistible irrupción de Juan Echanove en la música. El actor está recibiendo ofertas muy tentadoras de diversas multinacionales discográficas. Y a él se le hace la boca agua porque le va la marcha más que a un niño un pirulí. Dentro de unos días viajará a Cuba; él dice que a disfrutar de unas vacaciones, pero Joaquín Sabina, con la mosca detrás de la oreja, advierte alarmado: "El muy cerdo va a urdir en secreto su primer disco a la sombra de Pablo Milanés. Hay que pararle los pies, hay que frenar su ambición, hay que meterle miedo. Este tipo es un peligro para los cantantes. Acabará arrebatándonos el escenario, el pan de nuestros hijos y el protagonismo. Con Echanove en la competencia no sobreviviremos. ¡Mucho ojo con él!".

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