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El Barça se administra en Mónaco

El equipo azulgrana jugará la semifinal frente al Oporto en el Camp Nou

Ramon Besa

ENVIADO ESPECIAL El Barcelona ejerció de administrador en el principado de los ricos. La generosidad ha dado paso a la racanería en el equipo de Cruyff. No fue ayer un grupo desprendido como exigía su paso por el casino de Mónaco. Sabedor de su botín -le bastaba con no perder-, ni dilapidó su fortuna ni se enriqueció, sino que actuó como cualquier turista conservador. Regresó a casa sin un duro más ni una peseta de menos. No recogió ningún nuevo adjetivo ni se quitó ningún adverbio. Solventó el choque con la simplicidad propia de los que tienen crédito para viajar sin dinero en el bolsillo.

El fútbol champagne del Mónaco no resistió el juego avinagrado del Barcelona. Ninguno de los vips que abandonaron su sesteo en la Costa Azul pudo emborracharse de fútbol. No está el Barcelona como para divertir. Ha llegado al final del ejercicio con la lengua fuera y la nevera vacía. Dado que la Liga ya flirtea con el Deportivo no había otra salida que comprar el billete para jugar la semifinal de la Liga de Campeones en el Camp Nou.

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La trascendencia de la contienda quedó reflejada en la alineación. Cruyff apostó por el grupo que cargó con la responsabilidad de redimir a todo el colectivo después de la goleada en Zaragoza. Un conjunto armado de mucho músculo, con una cabeza bicéfala (Koeman y Guardiola), los pies de seda de un sonámbulo (Romario) y el alma (Laudrup) en el palco. Wenger replicó con un conjunto cargado de trampas: aparentemente sólo había un punta (Klinsmann). Detrás del alemán, sin embargo, se escondían los perfiles de falsos centrocampistas de largo recorrido y mucha capacidad ofensiva (Gnako, Djorkaeff, Scifo).

La disposición del equipo monegasco desangeló al Barcelona. Ferrer se movió hacia el ombligo del campo para coger a Scifo, y el flanco derecho azulgrana quedó virgen para las correrías de los interiores locales, ante los ojos de Stoichkov y los pulmones de Iván. Pudo el Mónaco abrir el encuentro por este carril con balones cruzados que pillaron a la zaga barcelonista con los pies clavados en el césped. El partido discurría de acuerdo con la filosofía de Wenger: presionar al rival muy arriba hasta aislar a Romario y atacar por banda para dinamitar el cemento de los centrales.

El laborioso y coqueto quehacer del representante francés quedó, sin embargo, destrozado en un santiamén por la frescura mental de Guardiola y la carrera de Stoichkov. El búlgaro puso de vuelta y media a la zaga del Mónaco en décimas de segundo. El gol azulgrana avaló el trabajo defensivo de todo el equipo. Quedó quieto y parado en su campo el cuadro de Cruyff mientras el Mónaco languidecía con impotencia.

Es el de Wenger un equipo muy blando, demasiado tibio, pese a su condición de semifinalista de la Liga de Campeones, condición que ha adquirido con cierto intrusismo por la exclusión del Marsella. Tiene, sin embargo, más cartel como visitante que como local. Justamente lo contrario del Barcelona. El azulgrana es un colectivo sedentario que impone su currículo cuando actúa como forastero. Le vendrá bien jugarse el pase a la final en su hogar.

La prontitud con que resolvió la contienda de ayer puso a salvo el capítulo de desperfectos que se le adivinan al cuadro azulgrana, que ha ganado en oficio. Por eso impuso su superioridad y experiencia sin muchos apuros.

La indolencia del rival quedó reflejada en una acción concreta: Cruyff tardó medio partido en subsanar la avería surgida en el lateral derecho (Amor pasó a esta zona y Stoichkov a la izquierda) y, sin embargo, el equipo monegasco fue incapaz de marcar. Los retoques que pintaron después uno y otro técnico no cambiaron el tono monótono del encuentro. No le interesaba al Barça correr sobresaltos y el Mónaco sólo amenazó con un disminuido ejército aéreo.

La alineación local, en cualquier caso, nunca voló lo suficientemente alto y el Barcelona finiquitó la contienda con un saldo interesante: una victoria y una sola tarjeta. Quizá para cuando llegue la semifinal contra el Oporto, hasta Romario habrá despertado de su letargo. Nadie le vio ayer en Mónaco.

Dice Cruyff que el brasileño sólo está para finalizar y que si no interviene es que el equipo no juega. Tal conclusión permite asegurar que el Barça no jugó en Mónaco al nivel que exigía su condición de croupier del grupo.

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Sobre la firma

Ramon Besa
Redactor jefe de deportes en Barcelona. Licenciado en periodismo, doctor honoris causa por la Universitat de Vic y profesor de Blanquerna. Colaborador de la Cadena Ser y de Catalunya Ràdio. Anteriormente trabajó en El 9 Nou y el diari Avui. Medalla de bronce al mérito deportivo junto con José Sámano en 2013. Premio Vázquez Montalbán.

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