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Tapado y bien tapado

Fraga intenta aplacar la batalla por su sucesión, mientras dirigentes del PP vaticinan que no se retirará

Xosé Hermida

En boca del patrón, una advertencia así es para echarse a temblar: "Nadie se va a dar prisa por la cuenta que le tiene". El aviso a navegantes, lanzado por Manuel Fraga al término de las Jornadas de reflexión anuales de su Gobierno, en el monasterio de Poio (Pontevedra) sonó como un claro intento de frenar momentáneamente la batalla entre los candidatos a sucederle. Desde que anunció su retirada para 1997, en el PP gallego todo el mundo ha querido tomar posiciones y el ruido de los codazos desagrada al presidente de la Xunta. Fraga quiere mantener la cuestión sucesoria en el más estricto secreto: sólo él destapará al candidato cuando llegue la hora. En su propio partido muchos ya dudan de que al final termine retirándose.Cada cierto tiempo, los gabinetes de los consejeros de la Xunta reciben unos recortes de prensa, con anotaciones manuscritas en tinta de rotulador. Son páginas de ediciones comarcales de los periódicos gallegos, revisadas por Manuel Fraga en persona. Las apostillas a las noticias son de su mano: buceando entre decenas de informaciones de pequeños pueblos siempre encuentra un motivo para dar trabajo a sus subordinados. Y todos procuran aplicarse porque lo que dice el presidente "va a misa". En todo el PP gallego, sólo hay una persona que se haya atrevido a llevarle la contraria a Fraga: el presidente de la Diputación de Lugo, Francisco Cacharro, usufructurario de un feudo electoral que controla personalmente.

Telegrama a Berlusconi

Por eso, al fundador del PP no debieron de gustarle nada los chismes que contaban los periódicos sobre los movimientos de sus consejeros entre los muros de piedra del monasterio de Poio. El martes día 29, nada más levantarse, envió un telegrama de felicitación a Silvio Berlusconi, rematado con la frase: "Forza Italia, por el bien de Europa", y se dispuso a comparecer ante los periodistas para dar cuenta de lo tratado en el retiro monacal. En cuanto se planteó la cuestión sucesoria, Fraga estalló: "Mientras yo esté aquí, el Gobierno estará presidido. Nadie se va a dar prisa por la cuenta que le tiene. Dentro de cuatro años, ya pondré mis destinos en manos del PP y del pueblo gallego". La siguiente pregunta la respondió de pie, mientras abandonaba precipitadamente la sala. La conferencia de prensa había durado cinco minutos.

Muchos han visto en las palabras de Fraga una prueba de que estaría reconsiderando su decisión de retirarse al final de esta legislatura. De hecho, el día anterior, el consejero de Industria, Juan Fernández, se había atrevido a profetizar: "Fraga seguirá aquí en el año 2002". Un ex consejero, José Antonio Gil Sotres, se sumó al vaticinio: "La propia sociedad gallega le pedirá que se quede".

Uno de los candidatos a sucederle, José Manuel Romay, de 60 años, consejero de Sanidad, había aprovechado unas semanas antes su reelección como presidente del PP de La Coruña para rogarle al patrón que no abandone. Romay, estrecho colaborador de Fraga desde sus tiempos de ministro de la Gobernación, ya se había encargado en 1987 de reclamar su presencia en Galicia, después de que los socialistas arrebatasen la Xunta a los populares mediante una moción de censura apoyada en votos tránsfugas.

Desde hacía tiempo, la candidatura de Romay estaba perdiendo fuerza en favor de Xosé Cuiña, de 44 años, consejero de Política Territorial y secretario general del PP gallego. Cuiña procede de los intrincados laberintos de la política rural pontevedresa, donde hay que ser muy vivo para conservar la piel. Ha recibido el espaldarazo de importantes barones provinciales: Francisco Cacharro y el presidente de la Diputación de Orense, José Luis Baltar.

La mayoría del partido parece estar con Cuiña, mientras a Romay le faltan apoyos fuera de la provincia de La Coruña. Por eso, el responsable de Política Territorial actúa desde hace tiempo como alguien colocado por encima de los demás consejeros. Cultiva el populismo y el galleguismo que tanto agradan al jefe, cuida sus vínculos con Aznar, se relaciona con presidentes de otras comunidades y mantiene una red particular para vender su imagen. Parecía el elegido, pero, Fraga, como a los demás, le acaba de advertir que las prisas no conducen a ninguna parte.

El destape, si es que finalmente se produce, aún tendrá que esperar. Lo más probable es que ni siquiera el próximo congreso regional, previsto para mayo, se salga del guión habitual: media mañana de atropelladas votaciones y discursos, bendición final de Fraga y todos para casa.

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Sobre la firma

Xosé Hermida
Es corresponsal parlamentario de EL PAÍS. Anteriormente ejerció como redactor jefe de España y delegado en Brasil y Galicia. Ha pasado también por las secciones de Deportes, Reportajes y El País Semanal. Sus primeros trabajos fueron en el diario El Correo Gallego y en la emisora Radio Galega.

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